Libro: “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” (1876) de Friedrich Engels
Me da la impresión que, en los tiempos que corren, volver a los clásicos es casi una obligación. Con la dispersión de verdades y con la ingeniería de la mentira, que algunos hipócritas eufemistas llaman “posverdad”, enfrentarse al viejo escrito, al que está interpretado y reinterpretado hasta el cansancio nos permite sorprendernos, porque ya damos por sentadas todas las claves en torno a ciertas bibliografías, sin embargo, la fuente original siempre tiene algo nuevo que decirnos, muchas veces porque hemos sido nosotros quienes hemos cambiado y hemos logrado un nuevo lugar de enunciación o sencillamente porque comenzamos a sospechar de interpretaciones antojadizas y elevadas a una especie de canon por la hegemonía.
Algo así me sucedió al releer “El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre” de Friedrich Engels, bello texto que examina el papel fundamental del trabajo en la evolución del ser humano, cuestión que va más allá de pensarlo sólo como un medio de subsistencia, sino como factor trascendental en la trasformación biológica y social de este cambio. En este ensayo, que nunca terminó, realiza una incipiente genealogía de las condicionantes que provee el trabajo para transformar el entorno y por ende al mismo ser humano. Este pequeño ejercicio es trascendental, en su esencia, para comprender uno de los rasgos fundamentales del pensamiento de Marx y de sus herederos, el de haber invertido la ecuación hegeliana (espíritu-materia / materia- espíritu), no sólo para comprender el mundo sino para transformarlo. Hoy nos puede parecer algo nimio y cotidiano, pero en aquella época sostener que las condiciones materiales (estamos hablando de la tradición materialista dialéctica que propugnará el marxismo más adelante) son las que determinan la existencia de las personas, no sólo era arriesgado sino era un acto profundamente revolucionario, con todas sus palabras.
Insisto, revisitar los clásicos siempre es necesario, sobre todo textos que son citados hasta el cansancio (como lo que sucede con éste) y uno, muchas veces sin quererlo, se va quedando con una hermenéutica espuria que tuerce los principios declarativos en pos de intereses particulares o justificaciones necesarias, como lo que sucedió con los llamados hoy “socialismos reales” y que no fueron más que una interpretación determinista y economicista de Engels en este caso y que hoy deberíamos llamarlos estalinismo, a secas.
Aparte de ciertas claves fundacionales que conformarán el corpus de la tradición marxista hay que señalar que Engels se adelanta en muchos casos a su época, si bien toma cuestiones científicas de su contexto que luego serían desmentidas, reformuladas o precisadas (uno es hijo de su tiempo) basa muchas de sus conjeturas en el darwinismo imperante en aquel momento europeo. Sin embargo, se adelanta y funda los cimientos de una concepción materialista de las prácticas culturales, por ejemplo, al señalar que la habilidad de fabricar herramientas exigió mayor destreza manual lo que obligó a una reestructuración del sistema nervioso y que el desarrollo manual fue paralelo al incremento de la capacidad cerebral, más que todo en la eclosión del pensamiento abstracto, de la coordinación y de la planificación; lo que habría acelerado el desarrollo del lenguaje, ante la necesidad de comunicación de cuestiones abstractas, lo que también fue esencial para la “formación” de la conciencia humana.
Así podríamos seguir. A mi juico lo que queda claro es que Engels releva la relación dicotómica entre el desarrollo físico y mental de los seres humanos y su capacidad de modificar su entorno, y propone la relación dialéctica que exige este ejercicio, que el entorno, al mismo tiempo, modifica al ser humano. Incluso se adelanta en ver la problemática de la producción y su relación con la naturaleza, me da la impresión de que, en 1876, nadie estaba preocupado de cuestiones de este tipo y que hoy son pan de cada día.
Engels alguna vez dijo que al lado de Marx él era un segundo violín (o algo así), sin embargo, ese segundo violín en muchos casos le pone el piso a la música, sin él nada sería lo mismo. Es necesario releer a este eterno joven… ahí me cuentan.