Llama la atención en estos tiempos de interconexión total lo desapercibido que pasen en los medios de comunicación locales los profundos cambios que ocurren hoy en día. Tal vez se deba a lo difícil de analizar que sean estos cambios, o en lo inestable que se han tornado las relaciones entre estados y naciones, el ritmo agitado e infatigable de los cambios tecnológicos, o más aún, la incerteza de historias atravesadas por leyendas negras y leyendas rosas con la que se tratan de explicar lo profundo de las decisiones geopolíticas, que dibujan y desdibujan bandos, bloques y alianzas. Lo cierto es que hoy por hoy se ha provocado un escenario que nos deja al filo de cambios nunca vistos.
Numerosos son los analistas de prestigio que vaticinan el fin del capitalismo y la emergencia de nuevas formas de relaciones económico-sociales hegemónicas, con posibilidades de ser impuestas violentamente, tanto por condiciones militares (desde la amenaza de la guerra nuclear en Europa, o las formas más refinadas de “guerras cognitivas”) como por condiciones tecnológicas (la revolución de la inteligencia artificial o la cuarta revolución industrial) e incluso por una combinación de ambas condiciones, que sería el “estado policial”. Esta tensión sugiere el surgimiento de una distopía que parece ser una mezcla de las novelas de “Un Mundo Feliz” y “1.984”.
Pese a lo vacías que puedan resultar estas palabras sin el adecuado contexto, me permitiré ahondar en presentar los cambios que ocurren a nivel geopolítico, ya que creo que solo la comprensión de los grandes movimientos históricos que vivimos puede dar correctas aproximaciones a nuestro quehacer revolucionario.
Como es arriba, es abajo. Las complejas relaciones Centro – Periferia
El sistema centro-periferia es una teoría que describe las relaciones entre un centro hegemónico (imperio anglo) y la periferia menos desarrollada, con centros contrahegemónicos. Esta teoría es de mediados del siglo XX, pero será llevada a su máximo desarrollo de la mano de Immanuel Wallerstein. Y tiene como premisa que los países más desarrollados explotan a los países menos desarrollados y los fuerzan a una posición de dependencia económica, en el marco de relaciones económicas globalizadas. Con esta premisa es posible llegar a conclusiones sobre la necesidad y pertinencia de ciertos tipos de relaciones sociales en que deban encontrarse estos pueblos para mantener las ventajosas condiciones en las que se encuentra la élite mundial.
Parte de estas relaciones es lo que podemos ver en Chile, por ejemplo, ya que luego de una dictadura que desdibujó a sangre y fuego todas las relaciones sociales previas a esta, se logra una salida “democrática” a imagen y semejanza de la potencia hegemónica reinante durante el siglo XX. No es casualidad nuestra estructura estatal con 3 poderes separados, la “independencia” de nuestro banco central, las relaciones de propiedad amparadas en nuestro código civil, así como tampoco nuestra estructura política, que hasta hace poco tiempo solo tenía 2 bloques, que perfectamente se podrían llamar “republicanos” y “demócratas”.
Sus discursos y filiación social son los mismos, por un lado los que son abiertamente “pro-empresarios”, que prometen estabilidad social con base en la represión, y bonanza económica con base en la desregulación hasta el hartazgo; y los “pro-derechos” que prometen derechos sociales con base en la redistribución de la riqueza, y estabilidad social, con base en la libre asociatividad entre individuos. Tienen en común, que son bloques liderados por una élite funcionaria, que obedece a los mandatos empresariales de turno, ambos son gobiernos “para el pueblo” pero “sin el pueblo”. En el caso particular de Chile los denominados “outsiders” se han organizado en una nueva coalición, el Frente Amplio, que a su corto andar se ha demostrado incapaz de gobernar siguiendo una estrategia propia, y cada día parece más ser una generación de recambio de los “demócratas” o “concertación” o “nueva mayoría”.
Pero ni siquiera este fenómeno es novedoso en sí, ya que al debilitarse EEUU, el país hegemónico, ha dejado a una “semi periferia”, como lo es Europa, a la deriva, sin capacidad de tener una seguridad propia, ni una economía propia, e incluso se ha dado el lujo de dejar como motor económico de esta región a un país ocupado, un país totalmente títere de sus intereses, como lo es Alemania en estos momentos, ya que ni siquiera tienen constitución política propia, incluso amarrada por una “cláusula de eternidad” (art. 79.3), esta es la ley que les dejaron los “aliados” vencedores de la segunda guerra mundial.
En estos estados semiperiféricos, confundidos ante el viraje de EEUU desde un globalismo hacia el proteccionismo propulsado por Donald Trump, crecieron alternativas por fuera del orden bipartidista clásico, (en España “Podemos” por izquierda y “Vox” por derecha, en Alemania “Die Linke” por izquierda y “AfD” por derecha, por nombrar a algunos) y es así como en Chile también se abre la puerta al “Frente Amplio” y “Republicanos”.
Por supuesto que las cosas no son tan lineales, ni me siento conforme con una exposición tan simple, pero sirva de idea central para fundamentar el análisis.
En conclusión, este análisis preliminar sobre la realidad latinoamericana y su inserción en el contexto global nos confronta con la urgente necesidad de profundizar en el estudio de los cambios geopolíticos y socioeconómicos que nos atraviesan. La evidente crisis del capitalismo y el surgimiento de nuevas dinámicas de poder, tanto a nivel de las relaciones centro-periferia como en el interior de nuestras sociedades, requieren de una comprensión detallada y crítica. Esta serie de artículos se propone no sólo desentrañar las complejidades de estas transformaciones, sino también explorar las vías para la construcción de alternativas que superen las estructuras de explotación y dominación actuales. La tarea que tenemos por delante es, sin duda, desafiante, pero es en la dialéctica de estos procesos históricos donde se forjarán las bases para una emancipación genuina.