Publicado en Salud Mental y Subjetividades, Trabajo
Compartimos la ponencia que Carlos Martínez presentó en la IV° Asamblea Internacional “A partir de Pichón-Rivière”, celebrada los días 13, 14 y 15 de septiembre de 2024 en Montevideo, Uruguay. El evento reunió a investigadores de la obra de Enrique Pichón Rivière, la psicología social y el estudio de la teoría y técnicas del grupo operativo. Participaron de Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, España, Italia y Suecia.
Foto: Eloísa Molina para La tinta. “Recicladorxs de Florencio Varela”.
Por el reducido tiempo que disponemos, he decidido poner énfasis en por qué y para que, de las intervenciones en el mundo del trabajo, postergando el cómo.
Para darle sentido a lo que voy a compartir, el primer punto es que nuestro trabajo tiene una particularidad, como se diría en el futbol, siempre jugamos de visitante, nunca de local. En especial sabiendo que nuestra tarea es hacer consciente la presencia de los dispositivos hegemónicos y disciplinadores, que devienen en subjetividad, que van modelando una “realidad”, que posteriormente se internaliza como ideal, que en muchos casos no representan los intereses y valores de los sujetos y devienen en sufrimiento subjetivo. Parafraseando a Pablo Picasso, siempre estamos haciendo lo que no podemos hacer, para poder aprender cómo hacerlo.
Por ejemplo, si buscamos jóvenes millennials, o centennials, en muchos territorios de América no los vamos a encontrar. Paulo Freire nos enseñó que “la cabeza piensa donde pisan los pies”. Sin duda hay una necesidad de desmontar el colonialismo intelectual que busca generalizar las particularidades de las comunidades, grupos y sujetos, impregnando nuestra propia visión del mundo y aceptar que lo único normal es ser distinto.
En Argentina, sean empresas líderes, pymes, cooperativas, escuelas, hospitales, sindicatos o movimientos de trabajadores desempleados, siempre circula lo que denomino miedo a carecer, que no es resultado de una neurosis particular, está focalizado en las condiciones concretas de existencia de la mayoría de la población. La lucha por sobrevivir y el miedo a la exclusión funciona como disciplinador social y deviene en subjetividades claudicantes, en una constante tensión entre el proyecto personal, familiar, comunitario y la exclusión.
La inmensa mayoría de los asalariados no hacen algo que deseen o disfruten, imponiéndose la obligación al deseo. Se enfrentan con una multiplicación de objetivos y tareas que origina malestar, emergente de las condiciones de producción y de los valores imperantes que las sostienen, y el sufrimiento que producen determinadas situaciones que se deben aceptar para permanecer.
Hay un pregunta significativa que necesitamos contestarnos como agentes de cambio. Una: los que no somos asalariados podemos ponernos en ese lugar, como se dice en Argentina de “relación de dependencia”. ¿Alguna vez hemos transitado la elaboración de la pérdida de un único trabajo que provee la identidad laboral?
La simultaneidad de tareas y estímulos y la educación imperante que borra la lucha de clases en post de la eficiencia productiva, complejiza la construcción del pensamiento crítico, imprescindible para la elaboración de un proceso cognitivo diferente. Esta aceleración de los ritmos productivos y el registro de lo inabarcable, está directamente relacionados con la subjetividad social actual.
Hay una brecha entre lo que se enuncia como función y el trabajo cotidiano. Los sujetos destinan gran parte del tiempo a dar cuenta de lo que no ha sido planificado, de lo inesperado. El resultado de la intensidad de información y tareas que deben procesarse y efectuarse en tiempo reducido, la calidad de los vínculos se deteriora produciendo un empobrecimiento de la experiencia. El trabajo que es dar cuenta de lo que acontece, “no deja de ser, placer no vivido o sublimado”. Pero también es una situación de alienación, en tanto procesos marcado por la disociación, la fragmentación, y el desconocimiento de sí mismo y de los otros.
Un aspecto a considerar es la relación entre poder y tristeza.
Muchos profesionales han abordado el tema de la tristeza. Pichon-Rivière1, Arturo Jauretche2, Deleuze3 para mencionar algunos autores, han abordado esta interrelación.
La tristeza es un objetivo, no es un resultado casual y está al servicio de evitar la potencia creadora y transformadora de los grupos sociales y comunidades, en tanto las crisis tienen como base de sustentación la identidad de los sujetos y los grupos. En ese sentido, nuestra disciplina tiene el compromiso de acompañar en el camino de que puedan pensarse y sentir lo hasta ahí negado.
El agente de cambio no es un observador ajeno a esta dinámica social, también está penetrado por estas realidades. Parafraseando a Ulloa, el camino es dar cuenta de la crueldad, comprender el dispositivo sociocultural en la que se sostiene y en una primera etapa ser el tercero que rompa la encerrona trágica hasta que otros integrantes del grupo encuentren las formas de hacerlo y puedan rotar y configurar nuevos roles
A la policausalidad de situaciones que contribuyen al sufrimiento hay un aporte significativo que permite comprenderlo con claridad, el de Margaret Thatcher. En una entrevista en 1981 dijo, “La economía es el método, el objetivo es el alma”. Sin duda hecha luz a lo que subyace en el sufrimiento subjetivo. Para el poder la tristeza es un objetivo, no es un resultado casual y está al servicio de evitar la potencia creadora y transformadora de los grupos sociales y comunidades, en tanto las crisis y los conflictos, tienen como base de sustentación la identidad de los sujetos y los grupos.
En el marco del miedo a carecer, la ansiedad y el sufrimiento que produce la negación del miedo a sufrir, la competencia, la aceleración de los ritmos productivos, las demandas que devienen de las redes, se posterga los momentos para elaborar lo vivido y aprendido, el resultado es la devastación de la experiencia, se construye una subjetividad colectiva de excitación, productora de angustia, pánico, depresión, vinculadas a la incertidumbre.
Lo enunciado impacta en trabajadores de empresas líderes, pymes, del estado, salud, educación, comercios, las cuentapropistas (emprendedores), quienes necesitan de una aplicación (app) para poder hacer una entrega a domicilio o el traslado de un pasajero. La aceleración de los procesos y la demanda constante lleva a un incremento de estímulos y una tensión constante. En Argentina esta aceleración y demanda también la observamos en los sindicatos, las organizaciones de representación de profesional y los “desempleados” mal llamados desocupados, organizados en movimientos sociales.
La depresión empieza a afirmarse en el momento que las reglas de autoridad y el sistema de prohibiciones que se asignaban a las clases sociales y a los géneros, desaparecieron, presentándose ahora como una enfermedad de la responsabilidad, en la que cada sujeto es garante de su rendimiento y de la posibilidad de estar o no incluido. Ya no se es un sujeto deseoso de transformar, lo que lo oprime conlleva a la tristeza, sintiendo culpa o vergüenza si no lo logra.
Por qué y para qué hacemos psicología social en el mundo del trabajo
Una respuesta rápida seria decir para movilizar las estructuras estereotipadas, resolver las dificultades de aprendizaje, superar los prejuicios o supuestos, disminuir las ansiedades básicas paranoides y depresivas que no son operativas, sostener roles complementariamente, comprender y aceptar que más allá del o los líderes el otro líder es la tarea.
Sostener una direccionalidad referida a la transformación de la ausencia, de lo que no les ha sido provisto, que hay que construir colectivamente.
Otra que a diferencia de las religiones monoteístas la psicología social no es una “revelación” siempre está en construcción, siempre hay puntos de fuga desde donde a partir del ECRO pichoneano. desarrollamos nuevas praxis y conceptualizaciones.
Hay condiciones ineludibles para transitar un proceso de cambio: que se originen situaciones de reciprocidad y aprendizaje. En esa instancia se producirá un descubrimiento ente los integrantes del grupo, singularizándose, condición esencial para poder trabajar y aprender desde las diferencias y que se sitúen entre ellos en posición de aprendizaje.
La salida es grupal
En los grupos las palabras que se utilizan son el contorno, los límites culturales, disciplinarios, por donde se puede transitar. Si el agente de cambio intenta trabajar en dirección a un nuevo instituyente es necesario el uso de otras palabras que definen otros territorios, otras prácticas y caminos. Si se busca salir de la repetición son necesarias nuevas palabras que los integrantes de los grupos tienen que formular.
Nuestro objetivo es que se den las condiciones para producir la demora necesaria, con el propósito de generar situaciones para la producción de aprendizajes colectivos, camino para construir la ausencia, en términos concretos y simbólicos.
La intervención favorece generar las condiciones para elaborar lo que se dice y lo que se calla, lo que se piensa, lo que se siente, lo real y lo fantaseado, a partir de intervenciones, dispositivos o técnicas apropiadas a cada situación, dentro de la cultura y las particularidades de la estructura en que esos hechos acontecen.
Y es en ese ámbito, el de la productividad y la creatividad que se le puede dar sentido a la idea de utopía, ya no sólo como un objetivo a lograr que nos lleva a seguir caminado en una dirección, sino también como la construcción de una praxis productiva y colectiva que trasforme las formas de acumulación, aprendizaje y cooperación.
No elegimos los tiempos que vivimos, pero podemos elegir cómo vivirlos, y no seremos capaz de construir nuevas realidades si no somos capaces de imaginarlas.
1 “Quien acepta la tristeza renuncia a esa plenitud de vida, pero siempre que la acepte. La tristeza se debe combatir, es necesario como profilaxis, porque a partir de la depresión nacen todas las enfermedades mentales. “Toda tristeza se origina en alguna pérdida. Esa pérdida suele ser de naturaleza afectiva. También puede derivar de una crisis económica, o de una limitación de la libertad. Pero, insisto, siempre se tratará de una pérdida”. Pichon-Rivière.
2 “… nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos y los pueblos deprimidos no vencen ni en la cancha de fútbol, ni en el laboratorio, ni en el ejemplo moral, ni en las disputas económicas. Por eso venimos a combatir alegremente. Seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores a corto o largo plazo”.
3 “Vivimos en un mundo más bien desagradable, en el que no solo las personas sino también los poderes establecidos tienen interés en comunicarnos afectos tristes. La tristeza, los afectos tristes son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en esclavos. El tirano, el cura, el ladrón de almas, necesitan persuadirnos de que la vida es dura y pesada. Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos o, como dice Virilio, de administrar y de organizar nuestros pequeños terrores íntimos… todo es cuestión de sangre… convertir el cuerpo en una fuerza que no se reduzca al organismo, convertir el pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia… Enseñar al alma a vivir su vida, no a salvarla”. Diálogos: Gilles Deleuze y Claire Parnet.