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Trotsky frente al fascismo: lecciones y límites para el siglo XXI

by Juan Carlos Flores
julio 2, 2025
in Noticias Destacadas, Opiniones
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Trotsky frente al fascismo: lecciones y límites para el siglo XXI
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Valerio Arcary

Traducción: Rolando Prats

Frente al avance global del neofascismo en el siglo XXI, resulta pertinente revisar la crítica que Perry Anderson hizo a los análisis de Trotsky sobre el fascismo, especialmente al comparar su posición frente al nazismo en Alemania antes de 1933 con su enfoque durante la Segunda Guerra Mundial.

El artículo a continuación fue publicado originalmente en Communis. Lo reproducimos en Revista Jacobin como parte de la asociación de colaboración entre ambos medios.

Los escritos de Trotsky sobre el fascismo constituyen el único análisis directo y elaborado de un Estado capitalista moderno en todo el marxismo clásico. Cualitativamente superiores a todo lo escrito por Lenin, tratan, sin embargo, de algo que ha resultado ser una forma atípica de Estado burgués del siglo XX, por históricamente importante que pueda haber sido en su momento su aparición. Para teorizar sobre la especificidad del Estado fascista en cuanto el más mortal enemigo de la clase obrera, Trotsky, desde luego, tuvo que brindar elementos de una contrateoría del Estado democrático-burgués, a fin de establecer el contraste entre ambos. Por ello, en sus escritos hay más consideraciones sobre la democracia burguesa que en los de cualquiera de sus predecesores […] En particular, mientras que en sus ensayos sobre Alemania subrayaba la imperiosa necesidad de ganar a la pequeña burguesía para una alianza con la clase obrera (a cuyo propósito citaba el ejemplo del bloque contra Kornilov en Rusia), en sus ensayos sobre el Frente Popular descartaba a la organización tradicional de la pequeña burguesía local, el Partido Radical […] El mismo cambio es evidente en sus artículos sobre la guerra civil española, aunque con algunas reservas y correcciones.1 — Perry Anderson

A la hora de recurrir a analogías históricas, debemos hacerlo con sumo cuidado. El mundo de hoy no deja lugar para demasiadas comparaciones con el mundo de hace cien años. Pero el laboratorio de la historia es el único del que disponemos para estimular nuestra imaginación ante una realidad que cambia rápida y peligrosamente.

Entre los principales dirigentes marxistas, León Trotsky fue quien primero advirtió del peligro de una Segunda Guerra Mundial si Hitler llegaba al poder. Adelantándose así a los principales dirigentes demócratas liberales, y en polémica contra Stalin, predijo que si los nazis ganaban en Alemania, sería sólo cuestión de tiempo antes de que Hitler invadiese a la Unión Soviética.

Según los cálculos de Trotsky, la conquista por Alemania de la supremacía en el sistema internacional de Estados podría lograrse sólo a expensas de la destrucción de la URSS y de la dominación del eje Berlín/Roma/Tokio, el cual se extendería desde el Lejano Oriente chino hasta Europa occidental; una y otra posiblemente acompañados de la imposición de relaciones de trabajo forzoso precapitalistas a los pueblos colonizados.

La imposición de una derrota histórica a los trabajadores de Alemania fue la condición para lograr la cohesión social necesaria que permitiera poner en práctica el proyecto de guerra mundial. La guerra comenzó con la ocupación de Polonia, debido a la necesidad del régimen nazi de reforzarse antes de enfrentarse al enemigo principal. Stalin firmó el pacto Molotov/Ribbentrop luego de sostener que necesitaba ganar tiempo. Pero era Hitler quien necesitaba reforzar sus fuerzas en Europa, pues sabía que la guerra se decidiría en Rusia.

La defensa del Frente Obrero o de Izquierda en la lucha contra el fascismo en los años veinte y treinta fue la idea más poderosa de la estrategia que propugnaba Trotsky. Esa estrategia respondía al cálculo de que la situación era dramáticamente defensiva. La crisis desatada después de 1929 había dejado en una posición precaria al gobierno bonapartista. Sólo una clase obrera unida podía generar movilizaciones para invertir la relación de fuerzas. Pero lo que preocupaba a Trotski era la necesidad de derrotar al nazismo y a ese efecto advirtió de que la línea de oposición de izquierda a los gobiernos bonapartistas, que contribuía al auge del Partido Comunista, no debía allanarle el camino al poder a los nazis, quienes ganaban en fuerza a un ritmo mucho más acelerado. La táctica exigía calibrar las iniciativas para acumular fuerzas y ganar tiempo.

Ante el peligro de una derrota histórica en Alemania, el país del mundo en que la izquierda socialista era más influyente, Trotsky abogó hasta el cansancio por la necesidad urgente, insustituible e ineludible de un Frente Único del Partido Comunista con los socialdemócratas del SPD, las dos organizaciones de mayor peso de la izquierda alemana. Pero Trotsky igualmente sostenía que la estrategia del Frente de Izquierda debía recurrir a tácticas auxiliares, en particular la unidad de acción con los partidos que respondían a las presiones ejercidas por las clases medias, o de las fracciones democráticas de la burguesía, en una Alemania en que el lugar que ocupaba la pequeña propiedad seguía siendo enorme, tanto en los centros urbanos como en las zonas agrícolas, frente a la barbarie nazi.

En otras palabras, Trotsky era consciente de que no bastaba con la unidad de la socialdemocracia, partido moderado y reformista, pero con mayoría entre los trabajadores, y el Partido Comunista, la organización revolucionaria. Esa unidad de acción tendría como plataforma un denominador común más lejano: impedir que el nazismo llegara al poder y, por tanto, un programa de defensa de las libertades democráticas del régimen de la República de Weimar. La postura del Partido Comunista durante el llamado Tercer Periodo de la Internacional Comunista fue insurreccional, apostando por la inminencia de una lucha inmediata por el poder. Sus advertencias fueron ignoradas y la tragedia se hizo realidad.

En el Partido Comunista de Alemania prevalecía una orientación sectaria y ultraizquierdista, que pretendía luchar al mismo tiempo contra el nazismo y la socialdemocracia, apostando por una línea insurreccional. La acusación de que el SPD era un partido «socialfascista» —socialista de dientes para afuera y fascista en los hechos—, fue una de las mayores distorsiones ideológicas del estalinismo, que equiparaba a los reformistas con los nazis. Una orientación autoproclamada ultraizquierdista provocó la división de la clase obrera y de sus aliados entre las clases populares y abrió irremediablemente una fractura en la resistencia antifascista. La subestimación del peligro terminal que representaba Hitler resultó fatal.

La cuestión sigue siendo de actualidad, por cuanto entraña un debate sobre la unidad en la acción con las fracciones burguesas en torno a la defensa de espacios y derechos democráticos —cuando se ven amenazados —, pero también a su conquista, es decir, al uso de consignas y reivindicaciones democráticas contra los límites de la república democrática burguesa. Habida cuenta de lo vital de esa cuestión, ante la ofensiva global de una corriente neofascista en esta tercera década del siglo XXI, vale la pena consultar la evaluación crítica que hiciera Perry Anderson, tomando como ejemplo histórico la comparación entre la postura y los análisis políticos de Trotsky respecto del nazismo en Alemania antes de 1933 y durante la Segunda Guerra Mundial:

Luego, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Trotsky condenó el conflicto internacional como una mera repetición interimperialista de la Primera Guerra Mundial, en que la clase obrera no debía optar por ninguna de las partes, pese al carácter fascista de una de ellas y el carácter democrático-burgués de la otra. Esa postura se justificaba mediante la afirmación de que, puesto que de todos modos en los años treinta el mundo imperialista se encaminaba hacia el desastre, la distinción entre las dos formas de Estado capitalista había dejado de tener importancia práctica para la clase obrera. Los errores de esa evolución teórica son evidentes. Los propios escritos anteriores de Trotsky sobre Alemania son la mejor refutación de sus escritos posteriores sobre la guerra. Una vez que la URSS fuese atacada por Alemania, por supuesto Trotsky habría modificado su postura sobre el conflicto mundial. Pero el catastrofismo económico que parece haberlo llevado a los errores de su fase final fue una constante de la III Internacional de Lenin en adelante, y su fuente última, como hemos visto, era Marx. 2

La crítica de Perry Anderson da en el blanco. La posición de Trotsky cambió tras la victoria de Hitler. Trotsky no sólo no era infalible, sino que además, y ello por causa de numerosos factores, durante la revolución española subestimó la necesidad de una alianza más amplia en defensa de la República y acabó por romper relaciones con el Partido Obrero Marxista (POUM) de Andreu Nin. Más tarde, durante la huelga general francesa bajo el gobierno de León Blum y, por último, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Trotsky sobreestimó las posibilidades revolucionarias y subestimó la necesidad de capitalizar las fracturas entre las clases medias y los sectores burgueses.

A ese propósito cabe traer a colación el caso de Nahuel Moreno, quien en la década de los ochenta, ya durante los últimos años de su vida, había llegado a la conclusión de que la Segunda Guerra Mundial no debía reducirse a un enfrentamiento interimperialista, pues en aquel gran conflicto habían convergido varias guerras —una guerra contrarrevolucionaria contra la URSS, una guerra nacional en China contra Japón, una guerra nacional en Grecia contra la ocupación alemana y una guerra mundial del fascismo contra los regímenes liberal-democrático— entre dos regímenes de dominación. Consiguientemente, durante la lucha contra la dictadura militar en Argentina, estimó necesario revisar al pie de la letra las tesis de Trotsky sobre la revolución permanente:

Acá hay un problema político grave, tremendo […] Pareciera que el hecho de la contrarrevolución capitalista ha replanteado la necesidad de que tiene que haber una revolución democrática. Y que ignorar que lo que se plantea en los países adelantados donde hay regímenes contrarrevolucionarios también es una revolución democrática, es maximalismo, es tan grave como ignorar la revolución democrático-burguesa en los países atrasados […] Si es correcto, hay que cambiar toda la formulación de las Tesis de la revolución permanente. Me da la impresión de que es correcto, y de que Trotsky apuntaba para allá […] Si es correcto, cambia toda nuestra estrategia con respecto a los partidos oportunistas, y en buena medida respecto a los partidos burgueses que se oponen al régimen contrarrevolucionario. Como un paso hacia la revolución socialista, nosotros estamos a favor de que venga un régimen burgués totalmente distinto [al régimen contrarrevolucionario]. Así como estábamos a favor de la revolución democrático-burguesa, y decíamos que era distinta a la otra, [a la revolución socialista], que había que hacerla, que había que voltear al Zar, que era una tarea democrático-burguesa específica, hay que discutir si no hay ahora también una tarea democrático-burguesa específica, que es tirar al régimen contrarrevolucionario para que venga, aunque sea, un régimen burgués.3

En otras palabras, Moreno llegó al convencimiento de que en la lucha contra la dictadura militar no bastaba con propugnar la formación de un Frente de Izquierda. Y para ello se basó en la siguiente valoración histórica:

La guerra civil española demostró hasta qué grado el régimen democrático burgués era antagónico con el fascismo, no sólo la clase obrera y sus organizaciones […] La II Guerra Mundial presenta, como mínimo, elementos similares. Sin desarrollar el tema, creemos que hay que estudiar seriamente si no fue un intento de extender la contrarrevolución fascista imperialista a todo el mundo, derrotando principalmente a la Unión Soviética, pero también a los regímenes democrático-burgueses europeos y norteamericano. Esto no quiere decir que la Segunda Guerra Mundial no haya tenido también un profundo contenido de lucha interimperialista. Lo que decimos es que hay que precisar bien, al igual que en la guerra civil española, cuál fue el factor determinante. ¿Fue la lucha del régimen fascista esencialmente contra la URSS, pero también contra la democracia burguesa? ¿O fue el factor económico, la pelea entre imperialismos por el control del mercado mundial?4

Ser herederos de lo mejor de la tradición marxista revolucionaria no debe significar repetir lo que escribieron los gigantes que nos precedieron. Los argumentos avalados por la autoridad histórica de sus proponentes no pueden sustituir a un análisis concreto de la situación en la que estamos inmersos. Necesitaremos mucho rigor, pero también imaginación revolucionaria.

Notas

1 Perry Anderson, Consideraciones sobre el marxismo occidental (trad. Néstor Míguez), Siglo XXI de España Editores, México, 1987 (segunda edición),p. 144. Se ha modificado la traducción. [N del. T.)
2 Anderson, op. cit., pp. 144-145. Se ha modificado la traducción.  Los subrayados son del autor. [N. del T.]
3 Nahuel Moreno, Escuela de cuadros: Argentina 1984, Ediciones El Socialista, (s/l), 2015 (primera edición en internet), p. 49. Consultado el 14/03/2025.
4 Nahuel Moreno, «As Revoluções do Século XX» [1984], 2009. Traducción al portugués del original español accesible electrónicamente en «Revoluciones del siglo XX» [1984].

Tags: Fascismoleccionestrotsky
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