Por Erika Imbett Vargas
Compartimos el siguiente poema escrito por la compañera Erika Imbett Vargas, Docente ITM de Colombia, escrito en el contexto del 1ro de mayo de 2024, día internacional de l@s trabajador@s a nivel mundial.
Protesta
Ella, quebrada y polvorienta se erige imponente frente al océano y al mismo tiempo se cubre con él en sus costas, voluptuosa y verde en sus entrañas, se queda inmóvil frente a su dolorosa historia.
Duele verla sufrir silenciosa el dolor que le causa la muerte incesante de sus hijos. Erosionada por la guerra, y salada a causa de las lágrimas que ha derramado por sus muertos, intenta arropar a quienes la habitan.
La miro distante desde la orilla resquebrajada por el tiempo y desdibujada por los anhelos ambiciosos de muchos y los lamentos de otros. También como ella, cansada de luchar, con las botas puestas y el peso del morral que solo carga los poderes de las historias no contadas y las verdades a medias.
Las balas no pudieron liberarla, la hirieron, desterraron y aniquilaron sus sueños. El diálogo no sirvió de nada, las promesas que le hicieron fueron todas vendidas al mejor postor, aun a sabiendas de que cualquier precio es bajo comparado con el valor que ella tiene.
Está cubierta por un manto de indiferencia que posibilita un microclima de corrupción, deseo desmedido de poder, sangre a caudales y kilómetros de soledad. Agónica yace sobre su mismo recuerdo infectado por las miserias humanas.
Aquí dejo el morral, me quito las botas para caminar desnuda sobre el barro, dejaré escrito en la corteza de un árbol que soy solo la composta que volverá a la tierra como el estiércol a fertilizar las ideas libertarias que a duras penas se asoman sobre el musgo.
Seguramente no es el fin, el sol me dará la fuerza para avanzar y la luna dará luz a la oscuridad en la que me sumerjo.
¿Qué hay de la esperanza? No tiene sentido esperar si no se construye, no me alcanzará, no quiero la que ya esta hecha, la que miente y se camufla. Seguramente, el río me dará el deseo de construir una nueva, sin teorías, sin prevenciones, una esperanza cimarrona, indígena y negra, una capaz de levantarme cuando caiga.
No alzaré la voz, no se necesita hacerlo, es imperceptible al oído de los otros, incluso al mío. No tomaré las armas con mis manos, no se necesita hacerlo, son insuficientes porque el enemigo es invisible. No huiré, no se necesita hacerlo, a donde vaya ira conmigo la putrefacción que le germinó al odio.
Pero si trabajaré por que cada vestigio de protesta sea fuerte, tan fuerte que sacuda la tierra y sepulte sus males.
Erika Imbett Vargas
Docente ITM
01 de mayo de 2024
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