Por Eric Toussaint, Franck Gaudichaud
Publicamos el prefacio escrito por Franck Gaudichaud y Éric Toussaint a petición de la revista cubana Temas para un libro coordinado por Julio César Guanche que se publicará en Argentina bajo el título Izquierdas y derechas en América latina.
El mundo de los últimos años está atravesado por múltiples crisis. Podríamos hablar de una “poli-crisis” global, interseccional e interconectada del capitalismo neoliberal: profundos giros políticos y turbulencias económicas, guerras y violencia armada, derrumbe acelerado de los ecosistemas y del clima, pandemias y extractivismo depredador, redefiniciones bruscas de los equilibrios geopolíticos y tensiones inter-imperialistas, etc. De nuevo, la humanidad atraviesa huracanes y desafíos mayúsculos en un momento histórico donde, claramente, ya está en juego su sobrevivencia misma, como especie, y su (in)capacidad de habitar colectiva y pacíficamente este planeta. La gran revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo afirmaba, en los años 1910, cuando era medianoche en el siglo pasado: ¡socialismo o barbarie! Este lema resuena hoy con mucha fuerza [1], en un contexto donde los pueblos y movimientos populares siguen resistiendo, movilizando, debatiendo, proponiendo, pero sin lograr zafar niveles de fragmentación estructurales, ni que tampoco se vislumbren – de momento – fuerzas políticas emancipadoras con capacidad real de acompañar, consolidar esas resistencias y co-construir un rumbo de mediano plazo para alternativas democráticas y ecosociales “raizales” (siguiendo al sociólogo colombiano Orlando Fals Borda).
No obstante, si miramos las Américas “latinas” y el Caribe de las últimas dos décadas, las tierras de Berta Cáceres, José Carlos Mariátegui y Marielle Franco parecen buscar nuevos caminos sociales y políticos, despertando esperanzas en las izquierdas a escala globa, más allá de la caída del muro de Berlín y de un neoliberalismo voraz. “Giro a la izquierda”, “ola progresista”, “fin del neoliberalismo”, “marea rosa”: la inflexión sociopolítica vivida por numerosos países de Sudamérica y también de Centroamérica en la década del 2000 sorprendió a muchos observadores e incluso fascinó a tantos otras y otros, en particular desde Europa [2]. El desafío –en particular para los países que, como Bolivia, Venezuela y Ecuador, construyeron un relato y una promesa “transformadora”– era encontrar las vías político-electorales y nacional-populares en clave “postneoliberal” y antimperialista. Para algunos militantes y movimientos se trataba no solo de “democratizar la democracia”, sino también de no permanecer encerrados en un nuevo modelo basado en el extractivismo de los “commodities”, en la sujeción al mercado mundial y a diversas formas de colonialismo interno como externo. A más 20 años de los inicios de este “ciclo”, podemos constatar hasta qué punto este objetivo transformador no ha sido alcanzado, aunque según ritmos y realidades muy diferenciados según los escenarios regionales y realidades nacionales de Abya Yala [3]. Los obstáculos y las dificultades, el desencanto y las desilusiones cundieron en varios países gobernados por las izquierdas y el “progresismo”, sin que se pueda detectar una dinámica homogénea. En paralelo, las fuerzas conservadoras y nuevas extremas-derechas han sido capaces de capitalizar en este contexto de crisis múltiples, imponer nuevos relatos políticos y culturales furiosamente “antiprogresistas”, apoyados por grandes corporaciones mediáticas y por las oligarquías económicas locales como imperiales, para, al fin y al cabo, alzarse como “alternativas populares”: Javier Milei es el último eslabón de esta cadena global reaccionaria [4]. Y Nayib Bukele Ortez, reelegido como presidente de El Salvador en febrero de 2024, ha desarrollado un estilo de gobierno que recuerda la experiencia de la presidencia de RodrigoDuterte en Filipinas entre 2016 y 2022, durante la cual, miles de ejecuciones extrajudiciales contra sectores populares “lumpenizados” fueron llevadas a cabo por las fuerzas represivas bajo su control en nombre de la lucha contra el narcotráfico. Daniel Noboa, elegido presidente de Ecuador en 2023, podría intentar avanzar en esta dirección.
Como se recoge en esta obra, es fundamental establecer un balance crítico y argumentado de las últimas décadas, desde las ciencias sociales y con su metodología, profundizando y debatiendo ensayos y publicaciones que están intentando descifrar la Latinoamérica de los tiempos presentes. Se trata de analizar en su complejidad movediza el periodo abierto en los años 2000 (con la elección de Hugo Chávez en 1999), producto de las luchas sociales y plebeyas contra la hegemonía neoliberal del periodo anterior. Un salto inicial seguido por una multiplicidad de victorias electorales permitiendo una relativa “edad de oro” (entre 2005 y 2011) de las izquierdas y los progresismos de gobierno, con diversas formas de Estado compensatorio y redistribuidor, baja notable de la pobreza y nuevas formas de participación política, periodo seguido por un claro reflujo regional, caída del precio de las materias primas y repunte conservador (2011-2018), marcado – entre otros – por la profunda crisis de la “revolución bolivariana”, llegando así hasta el caótico momento pospandémico de los últimos años (2019-2023), donde asistimos a la victoria de Bolsonaro en Brasil, a la confirmación de la dinámica derechista en Ecuador, pero también a los levantamientos populares en Chile, Haití, Colombia, Perú y Ecuador. Al mismo tiempo, se comenzó a gestar una tercera y claramente limitada (en comparación con los inicios del siglo), nueva “ola” de izquierdas institucionales (o “progresismo tardío” según Massimo Modonesi), en Chile con la elección de Gabriel Boric (2021), Colombia con la victoria de Gustavo Petro (2022), Honduras con la presidencia de Xiomara Castro (2022), Guatemala con la elección de Bernardo Arévalo en 2023 pero también – desde 2018 – con la elección de Manuel López Obrador en México o en 2020 con el regreso democrático del Movimiento al socialismo (MAS), en Bolivia.
Entender, desde varios puntos de vista, geografías y sensibilidades, estos procesos es precisamente a lo que nos invita este libro colectivo, coordinado por el investigador Julio César Guanche y editado por la revista cubana Temas. El gran interés de esta publicación es abarcar las realidades políticas y sociales de varios países: Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México, Perú y Cuba, desde un examen crítico de las continuidades y los nuevos fenómenos en la región, muy especialmente las transformaciones sociales y culturales subterráneas que recorren los cambios políticos en curso. Así, este libro plural trata tanto de procesos de izquierda o “progresistas” en el poder, como también conservadores y reaccionarios. Descripta las dimensiones plebeyas del populismo o de las extremas derechas (en Ecuador, Brasil y Perú), y descifra las contradicciones de los progresismos en el poder. Y si las y los autores aquí reunidos consideran los aspectos partidarios e institucionales (por ejemplo, en cuanto a las derechas ecuatorianas o las izquierdas chilena y mexicana), no es sin dejar de lado el amplio campo de las movilizaciones colectivas y de la sociedad civil organizada: movimientos sociales afrodescendientes, luchas feministas y antifeministas, empujes religiosos fundamentalistas, movimientos indígenas están presentes en este opus. Sin lugar a dudas, la diversidad de enfoques y orígenes de las y los investigadores aquí convocadas, todos con una larga trayectoria de trabajo y de vida en diferentes países de la región, permite ofrecer al lector una interesante mirada, plural y contrastada del continente en el tiempo presente.
El politólogo Noberto Bobbio, en su ya clásico libro Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política [5], subrayaba de manera convincente que distinguir los dos polos de este binomio puede ser un buen punto de partida para pensar un mapa político. En esta distinción, Bobbio parte del eje libertad/igualdad para clasificar las fuerzas políticas: las derechas revindicando de manera privilegiada el concepto de “libertad” (de mercado y/o individual en particular) y las izquierdas el de “igualdad” (y de la emancipación social y colectiva). Aterrizando esta reflexión a América latina y el Caribe, y rompiendo con visiones eurocéntricas, habría que introducir un conjunto de otros conceptos para pensar esta distinción, como la colonialidad del poder y las concepciones nacional/plurinacional del Estado, las nociones de soberanía popular y el antimperialismo, los derechos de los pueblos indígenas y relaciones sociales raciales o de género, los modelos de desarrollo y socioambientales, etc. Más allá de estas caracterizaciones, son sobre todo las zonas grises y los recovecos de los espacios sociopolíticos latinoamericanos actuales lo que viene a confirmar este libro, espacios que no se pueden resumir a una dicotomía simple Izquierda/Derecha. Esta publicación nos propone versiones actualizadas de textos presentes en un dossier de la revista Temas del año 2022. En su presentación, los coordinadores anotaban con razón: “La llegada de nuevos gobiernos de izquierda y centroizquierda identificada como «marea rosa» en América Latina y el Caribe apenas refiere a un fenómeno electoral, cuyo entorno político resulta más complejo. En su interior conviven diferencias estratégicas, cruces de bases sociales entre zonas de izquierda y conservadoras, como el neoevangelismo, rechazos al autoritarismo de algunos movimientos progresistas, críticas sobre la cuestión de género, la justicia racial y ambiental, los reclamos de los pueblos autóctonos, y otros tópicos de la agenda política, como la transición energética, la perpetuación del extractivismo y su correlato con un sistema de democracia popular, llámesele socialismo o no. Aunque han perdido asientos en el gobierno, las corrientes conservadoras han ganado base popular, como refleja no solo su representación parlamentaria, sino el reforzamiento de consensos neoliberales entre esas otras bases, acerca de la «libertad» y la «democracia» y contra el «populismo». Estas corrientes no han dejado de hacer uso de la represión, para mantener un régimen de desigualdad caracterizado por su gran devastamiento social” [6].
Más que nunca, las realidades latinoamericanas muestran las turbulencias de las sociedades y todas las fuerzas políticas: una coyuntura donde unas extremas-derechas “libertarias” y “anarcocapitalistas” pueden arrasar electoralmente en sectores populares precarizados, cuando al mismo tiempo corrientes políticas salidas de las entrañas de las izquierdas encarnan prácticas autoritarias o desconectadas de los movimientos sociales, feministas o ecologistas. Es lo que confirman varios capítulos del libro y lo que subraya Daniel Kersffeld, recordando que los progresismos han sido marcados en los últimos años por varias formas de caudillismos, corrupción, aceptación de un modelo desarrollista extractivista o que implementaron políticas de “mano dura” y militarización, que parecían hasta hace poco “patrimonio político” de las derechas. En otro capítulo, la investigadora y activista feminista antirracista Alina Herrera Fuentes, destaca que el conservadurismo patriarcal no viene solo de las filas de las derechas: “los caminos nacionales de los progresistas fueron y son profundamente frágiles y discontinuos. Durante algunos períodos y respecto de ciertos temas, se pudieron lograr avances que luego se detuvieron en otras coyunturas. Por ejemplo, mientras el índice general de pobreza disminuyó, la feminización de la pobreza aumentó durante ese período. En otras palabras, hubo un decrecimiento general de la pobreza pero las mujeres se beneficiaron menos que los hombres de las políticas que aseguraron ese hecho (ONU-Mujeres 2017). Pero, sobre todo, fueron las políticas que cuestionan las normas tradicionales de la familia y la sexualidad —como el aborto, el matrimonio entre personas de igual sexo, el reconocimiento de la identidad de género y, en algunos casos, la violencia de género— las más obstaculizadas por el conservadurismo de los líderes o directamente por alianzas entre los políticos en el poder y el neoconservadurismo religioso en expansión. La evidencia en este sentido revierte el supuesto de que, por definición, la política de izquierda cuestiona las creencias y jerarquías conservadoras, con una base religiosa implícita o explícita”.
Obviamente, esas constataciones no borran el balance positivo de los años 2000/2010 en términos de lucha contra la pobreza, de avances de las políticas públicas en materias educacionales, de salud o de construcción de vivienda, la conquista de procesos constituyentes originales (Bolivia, Ecuador, Venezuela), el impulso bolivariano a favor de una integración regional independiente de los Estados-Unidos (UNASUR, CELAC, ALBA), la elaboración de una nueva diplomacia Sur-Sur, en particular gracias a Hugo Chávez, que intentó privilegiar un eje de izquierda anti imperialista, y en cierto modo a Lula quien privilegió aumentar la influencia de su país sobre la región y el eje BRICS. Con respecto a las políticas internacionales de Lula y Dilma Rousseff, sería útil tener en cuenta y actualizar el análisis realizado por el autor marxista brasileño Ruy Mauro Marini en la década de 1960, cuando caracterizó a Brasil como “subimperialista”. Como lo anota Claudio Katz: “Ruy Mauro Marini no se limitó a retomar las viejas denuncias sobre el rol opresor de Estados Unidos. En cambio, introdujo el controvertido concepto de ’subimperialismo’ para retratar la nueva estrategia de la clase dominante brasileña. Describió las tendencias expansivas de grandes empresas afectadas por la estrechez del mercado interno y percibió su promoción de políticas estatales agresivas para incursionar en las economías vecinas” [7]. Mientras Hugo Chávez apoyaba activamente el proyecto del ALBA con Cuba, con el apoyo de Bolivia y Ecuador en particular, y sentaba las bases de un Banco del Sur, Lula daba prioridad al fortalecimiento del papel regional e internacional de Brasil como potencia regional, coordinando la intervención militar en Haití (que le vino muy bien a Washington) y participando activamente en el lanzamiento de los BRICS en 2009 con Rusia, China e India (a los que se añadió Sudáfrica, en 2011). Hugo Chávez necesitaba la protección del Brasil de Lula frente al peligro que representaba Washington, y tenía grandes esperanzas en su apoyo para la creación del Banco del Sur. Aunque el Acta Fundacional del Banco fue firmada en Buenos Aires – en diciembre de 2008 – por el presidente brasileño Lula, el presidente argentino Néstor Kirchner, el presidente boliviano Evo Morales, el presidente venezolano Hugo Chávez, el presidente uruguayo Tabaré Vázquez y el presidente paraguayo Fernando Lugo, Brasil paralizó de hecho la puesta en marcha del Banco [8]. El Banco del Sur nunca ha funcionado [9] y no se ha concedido ningún crédito en los quince años transcurridos desde su creación. De hecho, Lula favoreció el uso del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) para la política de crédito en la región. Este banco concede créditos a grandes empresas brasileñas como Odebrecht, Vale do Rio Doce, Petrobras, etc. para que puedan ampliar y reforzar sus actividades en el extranjero. Posteriormente, Lula apoyó el lanzamiento de las actividades del Nuevo Banco de Desarrollo creado por los BRICS, con sede en Shanghái y presidido desde 2023 por Dilma Rousseff [10]. Lula también favoreció el Mercosur, que correspondía a los intereses del gran capital brasileño. El aborto del Banco del Sur debe incluirse en la evaluación crítica de la primera ola del progresismo. Así como el relativo aislamiento de Ecuador en 2007-2009 en su decisión de auditar su deuda y suspender el pago de gran parte de ella, declarándola ilegítima. Ecuador obtuvo una resonante victoria frente a sus acreedores privados, pero su ejemplo no fue seguido por los demás países de la región, a pesar de las promesas hechas en la reunión de jefes de Estado de la región celebrada en Venezuela en julio de 2008, y a contrapelo del deseo del presidente Fernando Lugo (Paraguay) de seguir el ejemplo ecuatoriano [11] .
Así , en el momento de realizar balances vemos todos los matices, reveses y límites de este ciclo inicial, dependientes de equilibrios frágiles y transitorios, que dejaron espacio para una recomposición de las derechas y de figuras incluso fascistizantes (Bolsonaro, Kast, Milei, Añez, Bukele, etc.). De hecho, si este libro habla de “izquierdas y derechas”, en plural, indaga también sobre la noción misma de “progresismos”. Una caracterización presente en casi todos los capítulos, pero ¿Qué significa hoy el progresismo latinoamericano? ¿Nos habla de la crisis del proceso bolivariano en Venezuela, de las tímidas reformas del joven presidente Boric en Chile, del “populismo de izquierda” de AMLO? Esta palabra es por excelencia conceptualmente vasta y ambigua, convirtiéndose en una palabra escurridiza y a la vez omnipresente. De hecho, es interesante recordar, que “esta noción de progresismo pertenece al lenguaje por medio del cual se designó, históricamente, desde la izquierda marxista, a los programas y las fuerzas sociales y políticas socialdemócratas, populistas o nacional-populares que buscaba transformar y reformar al capitalismo introduciendo dosis de intervención y regulación estatal y de redistribución de la riqueza: en el caso latinoamericano, con un nítido acento antiimperialista y desarrollista. Este último aspecto, ahora presentado como ‘neo-desarrollismo’, se conecta con la noción de progreso y contribuye a definir el horizonte y el carácter del proyecto, así como de las críticas que, desde perspectivas ambientalistas, ecosocialistas o poscoloniales, cuestionan frontalmente la idea de progreso y la de desarrollo tanto en sus expresiones de los siglos pasados como en su prolongación en el siglo XXI” [12].
Creemos que este libro muestra que se puede encontrar también ambigüedades y puntos de fuga en el momento de pensar una definición de las derechas del tiempo presente, el conservadurismo o incluso las nuevas extremas-derechas. Sin embargo, lo que subrayan los casos de Ecuador analizado por Franklin Ramírez Gallegos, de Brasil presentado por Luiz Bernardo Pericás o de Perú (artículo de Damian A. Gonzales Escudero) es que una base común a la consolidación y radicalización de las derechas actuales es la confrontación frontal con los progresismos, sea en sus vertientes nacional-populares o de centro-izquierda. Es lo que se ve confirmado en un país, hoy escenario capital de la reacción continental: Argentina, donde la construcción de la candidatura de ‘outsider’ de Milei se hizo en base al odio de una parte del electorado hacia el peronismo y el kirchnerismo, en un contexto de descalabro económico, hiper inflación y rechazo de la gestión de Alberto Fernández, quien no cumplió con sus promesas de denunciar la deuda ilegítima y odiosa contratada por Mauricio Macri con el FMI en 2018. Otro país que sería interesante integrar en las reflexiones es la Nicaragua de Daniel Ortega, pues ofrece el ejemplo dramático de un país gobernado por una fuerza política emergida inicialmente de una revolución (1979-1989) y que hoy encarna la tutela de un clan familiar represor, que quiso implementar un programa del FMI en 2018 provocando una rebelión masiva de la juventud y de otros sectores populares y decidió reprimirla brutalmente para mantenerse en el poder [13].
Y aquí es menester reconocer otro aspecto original del presente libro, sí incluye una reflexión sobre la situación en Cuba, una reflexión crítica necesaria cuando Cuba y su revolución han sido un “faro” central de los imaginarios de las izquierdas latinoamericanas y mundiales a lo largo del siglo XX [14]. Manuel R. Gómez vuelve sobre la historia de las derechas cubanas, como “instrumento útil” – pero no determinante – de la política estatal e imperial de los Estados Unidos, tanto en los periodos de “mano dura” de Washington hacia la isla caribeña, como de relativo y tímido acercamiento durante el mandato Obama. En cuanto a Wilder Pérez Varona, se pregunta acertadamente: ¿En qué sentido podemos hoy hablar de izquierdas y derechas en Cuba, conociendo las especificidades de la historia cubana desde 1959 y de su régimen sociopolítico? Ahí, el término mismo de “revolución” se volvió poco claro, pues “durante décadas el término revolucionario ha fusionado relaciones muy diversas. Muy tempranamente, dicha condición expulsó de la comunidad política nacional a toda oposición, y la apostilló como contrarrevolucionaria. El uso del término «revolución» ha valido para sintetizar una épica excepcional, cuyos logros y alcances han resistido a la sistemática beligerancia estadounidense. Con frecuencia, su empleo ha evitado tanto el análisis de las contradicciones del proceso como de sus actores. La premisa de unidad frente al asedio externalizaba el conflicto político”. Hablar hoy, en Cuba, en términos de izquierdas/derechas apunta en realidad a una cuestión esencial: la de la representación política o, más bien, la de su déficit, en el contexto de una sociedad cada vez más desigual y diferenciada, de la ampliación de los disensos y de crecientes demandas de cambios en el plano económico, cultural, pero también de democratización política real.
Para terminar esta breve presentación, volvamos a nuestra constatación inicial. La “poli-crisis” mundial y la constatación de que entramos en un periodo de fuertes turbulencias que se ven con fuerza en todo el continente. Así, como lo afirman Gabriel Vommaro y Gabriel Kessler, hoy en día “La polarización ideológica con componentes afectivos, el descontento generalizado y la polarización en torno de un líder emergente están marcando la política latinoamericana, cuyos electorados, al igual que en otras latitudes, se muestran crecientemente volátiles e insatisfechos” [15]. Tal vez tenemos aquí una lección esencial que nos deja este libro colectivo y las urgencias que significa. Más allá de los regímenes políticos, de las derechas e izquierdas, de los progresismos o de los conservadurismos, el malestar ciudadano y el descontento de las y los de “abajo” se incrementa. Pero, también, la desesperanza si no surgen alternativas democráticas locales y globales, una desesperanza que podría abrir la puerta a fuerzas cada vez más violentas y reaccionarias, y hasta a la posibilidad del fascismo [16].
Analizar desde el ojo del huracán este momento agudo que vivimos, entender mejor el presente y trazar perspectivas de futuro para Latinoamérica y el Caribe es precisamente a lo que contribuyen las autoras y autores de este libro.
Notas:
[1] Andreas Malm, Corona, Climate, Chronic Emergency: War Communism in the Twenty-First Century, Londres, Verso, 2020.
[2] Ver por ejemplo: Tariq Ali, Piratas del Caribe. El eje de la esperanza, Madrid, Foca ediciones, 2008.
[3] Maristella Svampa, Del cambio de época al fin de ciclo: gobiernos progresistas, extractivismo, y movimientos sociales en América Latina, Buenos Aires, Edhasa, 2017 y Massimo Modonesi, “La normalización de los progresismos latinoamericanos”, Jacobín América Latina, julio 2022, https://jacobinlat.com/2022/07/04/la-normalizacion-de-los-progresismos-latinoamericanos.
[4] Pablo Stefanoni, ¿La rebeldía se volvió de derecha?, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2021.
[5] Noberto Bobbio, Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política, Madrid, Taurus, 1996.
[6] https://temas.cult.cu/revista/revista_datos/3 .
[7] Claudio Katz, La teoría de la dependencia cincuenta años después, Argentina, Ed. Batalla de Ideas, 2018, p. 102.
[8] Éric Toussaint, El Banco del Sur y la nueva crisis internacional, Barcelona, Viejo Topo, 2008.
[9] Éric Toussaint, “El Banco del Sur podría ser una alternativa, no así la propuesta de los BRICS”, CADTM, 25 de agosto de 2014, www.cadtm.org/Eric-Toussaint-El-Banco-del-Sur.
[10] Éric Toussaint, “¿Ofrecen los BRICS y su Nuevo Banco de Desarrollo alternativas al Banco Mundial, al FMI y a las políticas promovidas por las potencias imperialistas tradicionales?”, CADTM, 22 de abril 2024, 22505 .
[11] Éric Toussaint y Benjamin Lemoine, “En Ecuador, de las esperanzas frustradas al éxito. Los ejemplos de Sudáfrica, Brasil, Paraguay y Ecuador”, CADTM, 3 de octubre de 2016 , www.cadtm.org/En-Ecuador-de-las-esperanzas.
[12] Franck Gaudichaud, Massimo Modonesi, Jeffery Webber, Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI. Ensayos de historia del tiempo presente (1994-2018), México, UNAM Ediciones, 2019.
[13] Nathan Legrand, Éric Toussaint, “Nicaragua, la otra revolución traicionada”, CADTM, 30 de enero de 2019, 17068
[14] Tanya Harmer, Alberto Martín Álvarez (dir.), Toward a Global History of Latin America’s Revolutionary Left, Gainesville, University of Florida Press, 2021.
[15] Dossier “¿Cómo se organiza el descontento en América Latina? Polarización, malestar y liderazgos divisivos”, Nueva Sociedad, Nº 310, marzo – abril 2024, https://nuso.org/articulo/310-como-se-organiza-el-descontento-en-america-latina/.
[16] Dossier “Ultraderechas, neofascismo o postfascismo”, Cuadernos de Herramienta, abril 2024, https://herramienta.com.ar/cuadernos-de-herramienta-las-ultraderechas-neofascismo-o-postfascismo.