Por Sushovan Dhar
A excepción de un breve período,durante los últimos 77 años India ha tenido la posibilidad, mucho más que otras naciones, de mantener un régimen parlamentario. Con 900 millones de electores, más que las poblaciones de Europa y Australia juntas, las elecciones indias son consideradas como la mayor vitrina y celebración de la democracia. El crecimiento económico del país durante estos treinta últimos años -uno de los más rápidos del mundo- hace también que estas elecciones despierten interés a escala mundial.
India es indiscutiblemente la punta de la expansión capitalista mundial, aunque este proceso haya supuesto un aumento masivo de las desigualdades. Las proporciones de esta desigualdad recuerdan los días más sombríos de la era colonial.
La “magia Modi”
Al igual que sus predecesores de extrema derecha y fascistas, el Primer Ministro indio Narendra Modi puede reunir multitudes considerables, que le adoran, tanto en su país como en el extranjero. Ya antes, su partido, el BJP, elemento clave de las coaliciones de poder, ha conseguido desde 2014 destacadas victorias electorales bajo su dirección muy personalista. Poniendo el acento tanto en el nacionalismo hindú como en el neo-desarrollo, ha logrado también establecer una dominación ideológica. El análisis detallado de las posiciones nacionalistas del BJP desborda el marco de este artículo. Pero podemos afirmar que el partido ha creado un nuevo relato nacionalista ampliamente aceptado por una gran parte del electorado. Además, el BJP ha sido capaz también de definir y afinar el discurso sobre la economía y el crecimiento económico.
La estrategia del BJP se articula en torno a algunos elementos clave. En primer lugar, la administración Modi es muy favorable a las empresas, sobre todo cuando se trata de empresas pertenecientes a indios. Ha asociado hábilmente el prestigio de India en el extranjero con esta liberación de las empresas indias. Por ejemplo, tras su elección en 2014, Modi se comprometió audazmente a propulsar la posición de India en el ranking del Banco Mundial sobre facilidad de hacer negocios, en los primeros 50 puestos mundiales. India está clasificado en el puesto 63 de 190 economías, en el último ranking anual del Banco.
En segundo lugar, Modi ha conseguido presentarse como el mejor reformador anti-corrupción. Ha sabido transformar en éxitos mediáticos unas iniciativas básicamente ineficaces, gracias a su dominio de la arenga pública y la gestión de los mensajes. En tercer lugar, la autoproyección del Primer Ministro como creador del Estado-providencia contemporáneo en India encuentra eco entre los electores. Aunque estos desarrollos suscitan inquietudes sobre el futuro de la democracia en el país.
Fallos sistémicos
El sistema electoral indio presenta muchas fallas sistémicas. El sistema electoral uninominal a una vuelta (winner-take-all), establecido por la Constitución india siguiendo el modelo de Westminster [el Parlamento de Londres], ha sido una de las principales lagunas. En el pasado, continuó dando al Partido del Congreso enormes mayorías parlamentarias, aún cuando su parte del voto popular comenzaba a disminuir. El BJP se ha aprovechado de ello, y desde 2014 Modi y su entormo tienen una presencia desproporcionada en el Parlamento en relación con su porcentaje de voto.
En segundo lugar, se ha vuelto cada vez más evidente que el dinero domina las elecciones indias. Sus enormes gastos son ya reconocidos y deplorados como un aspecto fundamental de la economía política del país. Además, las contribuciones políticas son muy poco transparentes. Es prácticamente imposible saber quién ha donado dinero a un político o a un partido, o de dónde obtiene el político la financiación de su campaña. Los donantes apenas están dispuestos a hacer públicas sus contribuciones políticas, porque temen sufrir un contragolpe si el partido que han elegido pierde el poder. En este contexto la administración de Narendra Modi hizo un gran anuncio sobre la financiación de las campañas electorales en 2017, presentando esta propuesta como un intento de aumentar la transparencia de la financiación política.
Según un reciente análisis, entre 2016 y 2022, el BJP ha recibido tres veces más dinero en donativos directos de empresas y en obligaciones electorales (53,000 millones de rupias, 639,36 millones de dólores) que todos los demás partidos nacionales juntos (18.000 millones de rupias, 217,17 millones de dólares). Los electores indios tienen desde luego derecho a conocer la fuente de financiación de un partido que aspira a captar el electorado. ¿Son legítimas estas sociedades donantes de obligaciones, o han sido creadas sólo para transferir dinero negro hacia los políticos? ¿Se ven obligadas a hacer donaciones las “Public Sector Undertakings” (equivalente indio de las empresas públicas)?
Recientemente, el Tribunal Supremo ha declarado ilegal el sistema de obligaciones electorales del gobierno indio. Ha subrayado que este sistema, al autorizar las donaciones políticas anónimas, contravenía el derecho a la información previsto en la Constitución. Hay que esperar que este veredicto permita al electorado tomar decisiones más informadas y facilite la implantación de reglas de juego más equitativas para los partidos políticos a la vista de las elecciones generales de este año.
El veredicto también ha mostrado con claridad que este tipo de derecho va más allá que el ejercicio de la libertad de palabra y de expresión. Es esencial para hacer progresar la democracia participativa obligando al gobierno a rendir cuentas. Ha destacado la fuerte correlación entre el dinero y la política, y la forma como la desigualdad económica se traduce en grados variables de participación política. Por consiguiente, es razonable suponer que el hecho de dar dinero a un partido político suponga acuerdos de contrapartida. El tribunal ha considerado que la reforma realizada a las sociedades, que permitía a las empresas efectuar pagos políticos ilimitados, era manifiestamente arbitraria.
En fin, la Comisión Electoral india dispone de facto de una independencia limitada y tal vez controlada y manipulada por el poder en curso.
“Instituciones democráticas fragilizadas”
India es uno de los principales ejemplos de recesión democrática mundial. La polarización creciente, la persecución de los medios de comunicación, la censura, la integridad electoral comprometida y la disminución del espacio de disidencia son otras tantas amenazas para la democracia india. La administración dirigida por el BJP, que llegó al poder en 2014 y lo conservó en 2019, ha sido criticada por sus mediocres resultados en materia de índices democráticos.
Freedom House sigue considerando a India como “parcialmente libre”, pero los comentaristas afirman que el país se ha vuelto cada vez más iliberal en el plano ideológico. El BJP en el poder ha estimulado a los nacionalistas hindús radicales, lo que ha ocasionado un aumento de los ataques contra minorías religiosas y discriminaciones contra musulmanes y cristianos.
India ha sido calificada como una “autocracia electoral” por el proyecto Varieties of Democracy (V-Dem) y como una “democracia imperfecta” por Economist Intelligence Unit, lo quedestaca el declive democrático del país. Las tendencias antidemocráticas del gobierno indio son cada vez más intensas, dejando muy poco espacio a la disidencia y a la protesta. El propio jefe de la oposición, Rahul Gandhi, ha sido expulsado del parlamento tras una condena por difamación por una broma sobre el Primer Ministro. El gobierno ha tomado también el control de una de las escasas cadenas de televisión todavía independientes, lo que ha supuesto un retroceso significativo de India en el ranking mundial de la libertad de prensa 2023. India ocupa el lugar 161, de 180 países.
Las próximas elecciones generales indias se desarrollarán en un contexto en que la elección libre e informada del electorado está cada vez más comprometida por factores estructurales y técnicos. A día de hoy, la opinión general es que el BJP tiene todas las posibilidades de salir, aunque la oposición intenta crear algo parecido a un frente unido en su contra. Sin embargo, la oposición está igual de anclada a las mismas doctrinas económicas neoliberales, y no hay mucho que escoger entre los dos campos beligerantes en lo que se refiere a las políticas que promueven en este ámbito.
“Movimientos populares”
La única fuerza capaz de aportar un cambio progresivo y transformador en el cuerpo político indio es la movilización popular por abajo. Hace algunos años, el movimiento de agricultores indios demostró que movimientos populares fuertes tenían el potencial para afrontar el rodillo de Hinduvta (el extremismo hindú), mucho más que las alianzas electorales improvisadas.
Los movimientos sociales tienen sin embargo muy poco efecto en la política electoral. A pesar de las protestas de agricultores en 2020-2021 en Uttar Pradesh, en particular en la región agrícola del oeste de Uttar Pradesh que alberga una importante población de Jats que apoyó ampliamente el movimiento. No hay duda de que el movimiento motivó a millones de personas en el mundo entero a luchar por la equidad, la democracia y la solidaridad, pero queda todavía mucho por hacer para crear una hegemonía política más allá de las protestas militantes. Otros muchos grupos sociales se han movilizado de manera significativa; el desafío consiste en determinar cómo reunirlos para elaborar un programa de trasformación.
¿Cómo explicar la incapacidad de los movimientos sociales para crear una hegemonía política a pesar de las numerosas luchas llevadas a cabe por todo el país? La ausencia de izquierda y de fuerzas progresistas ha creado un vacío ideolígico que ha llevado a muchos movimientos a un punto muerto, incluso tras haber obtenido ganancias al cabo de laboriosas luchas. En lugar de forjar solidaridades y favorecer alternativas, el resentimiento y la rabia popular alimentan el ascenso de la derecha en la India, en ausencia de un programa anticapitalista ideológicamente motivado. En este contexto, el renacimiento de una nueva izquierda radical es más necesaria que nunca.
01/04/2024
Sushovan Dhar
Post-scriptum
Una eventual derrota del BJP puede ofrecer un respiro vital para la construcción de un programa alternativo. Sin embargo, sólo es un medio pero no un fin en sí.
Traducción: viento sur