El mundo andaba preocupado de la guerra y el terrorismo mientras China ha desarrollado un arma fundamental para ser la primera potencia mundial.
Por Miguel Jorge
En el arte de la guerra, el consejo de Sun Tzu se puede percibir ahora como una especie de profecía en clave geopolítica china: “debemos fingir debilidad para que el enemigo se pierda en la arrogancia”. Lo cierto es que son muchas las voces autorizadas que llegan a la misma conclusión. De repente, China lo abarca casi todo, y lo que no, va camino de ello. Hace dos años, Xi Jinping confirmó que 2049 es mucho más que una fecha en el calendario. China no esconde que quiere ser la primera potencia mundial, y tiene un as en la manga: Guoanbu.
La mayor agencia de espionaje. Para la señalada fecha y coincidiendo con el nacimiento de la República Popular China, el país aspira a lograr ese cambio de Orden Mundial, una hegemonía que en realidad se inició hace varias décadas de forma sutil, potenciando sus relaciones, pero también sus organismos centralizados de inteligencia hasta conformar una agencia dedicada exclusivamente al espionaje exterior: el Ministerio de Seguridad del Estado, desde ahora, Guoanbu.
La agencia, creada en 1983, es la más grande del mundo, y no de ahora, de siempre (ni la KGB en su esplendor). Aunque China cuenta actualmente con varias ramificaciones, Guoanbu es el centro de toda la «seguridad», un servicio que cuenta con 100.000 empleados y que, según las agencias más importantes del planeta, es ya “la mayor amenaza de injerencia extranjera para Occidente”.
Claves del ascenso chino. Contaba hace unas semanas la BBC que el mayor ascenso de Beijing en el escenario mundial ocurrió en la década de 2000, cuando occidente y sus servicios de inteligencia estaban centrados en la guerra contra el terrorismo y las intervenciones militares en Afganistán e Irak. Rusia, o ahora Israel y Gaza, han mantenido al país en un segundo lugar. Mientras tanto, China se convertía en el mayor socio comercial del planeta.
En segundo lugar, todo el mundo quería entrar en su mercado, y lo hacían anteponiendo posibles secretos desvelados a esos acuerdos comerciales. Esto es clave, ya que según explica Nigel Inkster, ex número dos del MI6, China espía de manera diferente a Occidente. Eso ha hecho que su actividad sea más difícil de reconocer y confrontar.
Mientras los estados occidentales prefieren centrarse en reunir el tipo de inteligencia que les ayude a comprender a sus adversarios, para los espías chinos, proteger la posición del Partido Comunista es fundamental, y para ello es necesario generar crecimiento económico. De ahí que la adquisición de tecnología occidental sea un requisito fundamental de seguridad nacional.
Espionaje ilimitado. Según el servicio de inteligencia británico, MI5, más de 20.000 personas sólo en el Reino Unido han sido contactadas por espías chinos a través de sitios de redes profesionales como LinkedIn. El fin: cultivar una relación de intereses. Así se entienden muchos casos.
Los primeros ciberincidentes dirigidos a sistemas gubernamentales del Reino Unido a principios de la década de 2000 no provinieron de Rusia, sino de China, Australia descubrió en 2016 interferencias políticas promocionando a ciertos candidatos. Venía de China. El año pasado, el senador francés André Gattolin, muy crítico con China, deslizó que sufrió un ataque informático donde se hicieron con sus cuentas personales así como de otros contactos opositores chinos. El supuesto origen: Pekín.
Comisarías clandestinas. Además del aparato “oficial” de espionaje, China cuenta con otras ramificaciones distribuidas por todo el mundo, una especie de red clandestina o comisarías de policía en el extranjero. La clave: están instaladas en los barrios donde vive la diáspora china. De hecho, el año pasado el FBI desmanteló una de estas comisarías en China Town (Nueva York). Al parecer, en una tienda se llevaban a cabo operaciones de inteligencia de alto nivel.
Demografía, un extra. China cuenta con al menos 10 millones de ciudadanos nacidos en su territorio que ahora viven en el extranjero, y unos 60 millones si se incluye su descendencia. Si se trata de reclutar, no deberían tener grandes dificultades. Si a ello le sumamos el avance de las capacidades de ciberespionaje con la fuerza que otorga el gran progreso tecnológico, tenemos un agencia de capacidades nunca vistas antes.
El caso Safran. La sombra de Guoanbu planeó con fuerza en otro caso de espionaje de altos vuelos. Ocurrió en suelo europeo, cuando el gobierno chino logró infiltrar en el segundo proveedor aeronáutico mundial, el francés Safran, a dos exagentes de la inteligencia francesa reclutados por la agencia china. Condenados posteriormente, se supo que habían estado entregando información al gobierno chino incluyendo documentos de defensa de alto secreto.
¿Qué está pasando? En cuestión de semanas, Alemania arrestó a tres personas sospechosas de filtrar tecnología militar a Pekín, Reino Unido imputó a dos personas por suministrar información confidencial a China, Bélgica encontró pagos de China a un diputado ultraderechista, y de nuevo en el Reino Unido, tres personas eran acusadas de espiar para Hong Kong. En mayo, se juzgaba a una espía china por robar tecnología de SK Hynix para Huawei.
Los analistas lo interpretan a través de tres claves: el incremento de capacidad de Guoanbu, el interés de Pekín en Europa en clave geopolítica, y el refuerzo del contraespionaje europeo una vez que ha quedado claro y existe conciencia del riesgo del espionaje chino. De fondo, un fin y una fecha marcada en rojo: garantizar su estabilidad en el poder y afianzar a China como gran potencia global, con 2049 como línea de meta.