Hoy se cumplen 57 años del asesinato de un personaje trascendental, hombre de pensamiento y acción cuyo derrotero vital e intelectual nos deja un ejemplo perenne.
Ernesto Guevara (Rosario, Argentina, mayo-junio de 1928- La Higuera, Bolivia, 9 de octubre de 1967.
Ernesto Guevara nació en una familia burguesa, aunque no adinerada. Asmático desde niño, no permitió que esa dolencia afectara su impulso vital. Jugador de rugby, viajero por América Latina montado en una moto, desde su adolescencia sus acciones mostraron iniciativa y audacia.
A la hora de la universidad optó por la medicina, graduándose en esa carrera, que no tuvo muchas oportunidades de ejercer. Le interesaba la política, pero no fue un militante precoz. Se fue de viaje por Nuestra América por segunda vez, sin saber que sólo volvería fugazmente a Argentina.
El guerrillero, el economista y pensador marxista.
Pasó un tiempo en Guatemala, donde vio desplegarse el poder imperial norteamericano, que armó a los mercenarios que derrocaron al presidente Jacobo Arbenz. Esa experiencia y sus lecturas críticas de clásicos del marxismo, lo consolidaron en una opción revolucionaria.
De allí pasó a México, donde conocería a un grupo de cubanos, tan jóvenes como él, que planeaban volver a su país con el objetivo de derrocar por las armas al dictador Fulgencio Batista. Entre ellos se encontraba Fidel Castro.
No pasó mucho tiempo para que se sumara al riesgoso proyecto. En principio estaba destinado a ser el médico de la expedición. Embarcó en el después famoso Granma, que hizo tierra en la isla en diciembre de 1956. Se iniciaba la guerrilla de Sierra Maestra, destinada a marcar un hito en la historia revolucionaria del continente e incluso del mundo.
El médico argentino no tardó mucho en cambiar el botiquín por el fusil, para convertirse en un destacado combatiente y luego en uno de los comandantes de la guerrilla. Le tocó dirigir el avance en dirección a La Habana, con la toma de la importante ciudad de Santa Clara como momento decisivo.
Ernesto ya era El Che, llamado así por el peculiar tratamiento que se dan los argentinos. Instalado el gobierno revolucionario, asumió responsabilidades relacionadas con la economía. Sus cargos más importantes fueron el de presidente del Banco Nacional de Cuba y luego el de Ministro de Industrias.
Allí fortaleció sus conocimientos de economía desde el punto de vista marxista y desarrolló un pensamiento propio sobre la construcción del socialismo. Estos saberes se agregaron al caudal de conocimientos sobre marxismo que había desarrollado desde su primera juventud.
Hombre de acción como era, su impulso intelectual era poderoso. Sus reflexiones, incluso sus polémicas, formaron parte insoslayable de los posteriores debates marxistas hasta el día de hoy.
Fuera porque no lo conformaba un destino de alto funcionario o por ciertas disidencias con otros dirigentes de la revolución, tal vez por ambas cosas, dejó Cuba con el firme propósito de hacer la revolución en otras latitudes.
Hizo una experiencia en Congo que resultó desafortunada. Después de un tiempo se dirigió a Bolivia, con combatientes que lo acompañaron desde Cuba y otros sumados en tierra boliviana. Tras algunos éxitos iniciales, la guerrilla terminó derrotada por tropas con armas y entrenamiento estadounidenses.
El Che, tomado prisionero, fue ejecutado a sangre fría, bajo inspiración directa de la Central de Inteligencia Americana (CIA).
La discusión sobre las causas de ese revés ha dado lugar a fogosas discusiones hasta nuestros días.
La figura de Guevara ha sido objeto de miradas diferentes, a menudo contrapuestas. El pensamiento más conservador y anticomunista lo señala como un dirigente sanguinario, dogmático, “culpable” más o menos directo de las diversas iniciativas que se lanzaron a la lucha armada en el continente americano durante las décadas de 1960 y 1970.
Las miradas más o menos progresistas suelen centrarse en su valentía y su idealismo. Lo tratan como portador de una utopía irrealizable, o a lo sumo un heraldo de propuestas que ya pertenecen al pasado. El acercamiento a su figura suele agotarse en la celebración más o menos trivial, sin tomar su ejemplo ni su pensamiento como parte de una guía para la acción.
El Che desde el presente.
Sin embargo, el Che nos interpela hasta hoy. No sólo era un descollante comandante guerrillero. Fue un hombre de pensamiento que supo cuestionar muchas certezas, incluso las de su propio campo. Escribió y mucho.
Hizo aportes relevantes a la teoría sobre el socialismo, en reflexiones que se elevaron desde la consideración de la cotidianeidad hasta hondos problemas filosóficos. Sus experiencias le inspiraron relatos plenos de impulso épico, belleza literaria e incluso de ejemplaridad moral, como Pasajes de la guerra revolucionaria o el diario de Bolivia.
Quien quiera interrogarse sobre el significado y alcance de un proyecto socialista necesita leer el ensayo El socialismo y el hombre en Cuba, entre muchos artículos y discursos. Sus escritos económicos, inéditos o poco difundidos durante décadas, inspiran aún el estudio sobre el proceso cubano y la búsqueda de un sendero no capitalista de desarrollo social.
Su espíritu viajero, que luego plasmaría en misiones revolucionarias en distintos lugares del mundo, lo inscriben en las mejores tradiciones del internacionalismo revolucionario. Desde allí las argentinas y los argentinos podemos sostener el orgullo de que un personaje de esa envergadura haya nacido en nuestras tierras.
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Para quienes quieran conocer más sobre su vida, les sugerimos Ernesto Guevara. También conocido como el Che, de Paco Ignacio Taibo II. A la hora de adentrarse en su pensamiento, se puede acceder en línea aquí al ya mencionado El socialismo y el hombre en Cuba socialismo y el hombre en Cuba.
La versión inicial de este artículo fue publicada en tramas.ar el 14 de junio de 2021. Ha sido revisada para esta nueva publicación.
Daniel Campione en Facebook.