Por REBELDÍAS DEL SUR
Contextualización.
Estamos en un momento en que debemos ir profundizando ciertos aspectos de nuestro análisis para proyectar, con la debida calma, los pasos que apunten al inicio de una nueva etapa conforme al notorio retroceso organizacional y movilizatorio que ha experimentado el pueblo, junto a esa delgada capa de luchadorxs que saltaron a la palestra en los históricos días de octubre de 2019.
Podríamos empezar diciendo, entonces, que ¿estaríamos viviendo un nuevo momento, etapa o período de reflujo generalizado? Esta interrogante, indudablemente, no se podría contestar de manera tajante si no somos capaces de “inventar algo” discursivo que nos permita arrojar cierta luz del momento que vivimos y perspectivar otro “invento”, pero organizacional, capaz de decirlo de cara al pueblo, invitando a plantearse la pregunta del qué hacer, ante una realidad que se avizora peligrosa.
El capitalismo amenaza la vida
Hay un agotamiento evidente del neoliberalismo. Su crisis es incontrarrestable porque, siendo esencialmente económica, se advierte que se conjuga con una crisis política y cultural planetaria, con el sostenido agravamiento de territorios desgarrados por hecatombe socioambiental producto de la voracidad neoliberal y sus consecuencias humanas, en que ya se dice que llegamos a un punto de no retorno como planeta. Los desplazamientos migratorios, la masividad del hambre estructural, las pandemias, la extinción completa de la flora y la fauna en amplios territorios, el caos climático, etc., dan cuenta de un momento mundial de crisis generalizadas en que los regímenes y los estados son incapaces de hacer frente, porque o no habría proyecto/ alternativas a las ya conocidas, o no quieren dar salida, en tanto su ideología y sus privilegios en el marco de un capitalismo que no le interesa el futuro humano.
Pudiera ser que asistimos a un cambio epocal desde la perspectiva geopolítica. El nuevo orden instaurado, una vez acabada la 2da guerra, está obsoleto. La hegemonía política- económica- cultural y quizá militar, ya no radica en un centro específico, sino que se diversifica multipolarmente. La guerra en Ucrania es el ejemplo bárbaro, quizá particular de una guerra de baja intensidad que están desarrollándose en otros lados del planeta (Oriente Medio, Colombia, Venezuela). Las nubes oscuras de una guerra por lo que va quedando del botín planetario se cierne sobre nuestras nucas. No hay proyectos posts neoliberales, salvo la barbarie. La época abierta en 1914 de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones da un salto en el sentido más peligroso. Ya no se circunscribe tan solo a Europa o Asia sino que ya es literalmente mundial así como las pandemias actuales.
Batallas heroicas que no dan el ancho.
Las incesantes batallas dadas por nuestros pueblos que resisten heroicamente, martirizados hasta el hartazgo, no son capaces de vislumbrar un triunfo que permita dar una luz de esperanza. Francia, Haití, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú o Chile, para darnos cierta ubicación geográfica, son ejemplos de rebeliones que no dan el ancho ante el tamaño del problema que nos enfrentamos como humanidad. Nuestro octubre o el período abierto en los primeros días de este siglo, se circunscribe en una ola de rebeliones en varios puntos de nuestra américa, pero también es más global, puesto que es parte de revueltas que se dieron en Europa y EE. UU.
Al igual que los pueblos de nuestra américa, en nuestros territorios se aperturó un ascenso de luchas y levantamientos territoriales cuya expresión máxima (su propia síntesis), diversa, joven y multiforme fue en octubre, pero que fue gestándose en el mochilazo del 2005, en las huelgas y movilizaciones de forestales, portuarixs y trabajadorxs públicos, durante el primer decenio del siglo 21. En las movilizaciones estudiantiles, otra vez de secundarixs, pero con mucha visibilidad universitaria (2011). Las luchas socioambientales (Patagonia sin represas y muchas otras), las revueltas en varias localidades (Freirina, Aysén, Chiloé), etc. La masividad familiar del No + AFP’s, las masivas movilizaciones y la primavera feminista que se tomó las plazas y calles denunciando al Macho estado opresor. Todos estos hitos o jornadas heroicas constituyen el preámbulo del octubre nuestro. Hay un antes y un después, de eso no cabe duda, pero no fue lo suficiente. ¿Qué lo sería? ¿Qué faltó? ¿Dónde radica la debilidad mostrada en esta pasada?
El grupo en el poder, en sus diversas expresiones territoriales, le temen a los pueblos en alzas y para prevenir su caída y pérdida de sus privilegios se han venido blindando a punta de asesinatos masivos, golpes de estados encubiertos, represión desenfrenada y a plena luz y regímenes bonapartistas surgidos de elecciones cuyas principales instituciones son la policía, las FFAA y la impunidad absoluta. Asistimos, desde el criminal Piñera con la excusa de la pandemia, a la instauración de un parlamentarismo militarizado en buena parte del territorio chileno y en todo el wallmapu. Ya va un año de estado sitio en el Wallmapu y el gobierno progre- neoliberal de Boric no da señales que esto acabe, por el contrario, todo indica un recrudecimiento de la represión y la impunidad legalizada por un parlamento desprestigiado y corrompido en sus cimientos. Son gobiernos y regímenes devenido en bonapartistas carentes de toda legitimidad producto de la crisis profunda de sus mecanismos de representación.
La crisis de representación pavimenta el camino al neofascismo.
La crisis política y de representación es mucha más profunda de lo que se cree y, a pesar de ensayos políticos de gobiernos progres- neoliberales envueltos con el ropaje de la tradición de izquierda, las penurias de grandes masas populares no cesan. Los sucesivos fracasos de gobiernos como el de Boric y los mecanismos para contener a los pueblos que se resisten y esperan que sus problemas se resuelvan, da pie para avances de oportunismos populistas de toda ralea e inclusive para la ola neofascista que campea por el mundo como una vía que pueda romper con ese establishment.
Hastiados por el orden heredado, los pueblos corren al cadalso de un fascismo asido ya de una capa popular que les vota y que está desatado como jauría, dispuesto a barrer con todos los derechos sociales (educación, salud, vivienda, etc.):
“Hitler…no solo no llegó al poder por un golpe de Estado ni por una revolución, sino por el sistema institucional de entonces. Poco después, por la misma frustración popular, logró hipnotizar a millones con su histrionismo y un odio fácil a los chivos expiatorios, inoculado desde los nuevos medios de comunicación (…) en estos momentos, la política representativa no representa a los ciudadanos sino a sus miedos y a sus deseos más irracionales, barnizados, como siempre, por una capa de brutal sensatez e incuestionable obviedad. Esta ola Neofascista, además, es la expresión visceral de las frustraciones sociales, exactamente cómo lo fue hace cien años. El histrionismo físico y verbal, la narrativa visceral de los Javier Milei, los republicanos chilenos, Trump o Bolsonaro son la catarsis de la frustración popular…” (https://rebelion.org/las-elites-contra-el-establishment-y-las-paradojas-del-discurso-neofacista/)
Sabido es que mientras había rebelión en Chile y los pueblos en lucha estaban al alza, de fascismo y hordas conservadoras ni se hablaba y a quién osaba defenderlo lo hacía lleno de una vergüenza lastimera. Que es como debe ser. Es decir, a la mentira, a la verborrea y a la prepotencia de conservadoras ideologías no se le debe dar cabida. Se les aplasta antes que germine. Para eso, y así lo ha enseñado la historia de la lucha de clases de nuestros pueblos, la única manera de detener al fascismo es organizado y movilizado. No obstante, desde que los sectores históricamente llamados a ello embaucan al pueblo en subterfugios leguleyos y al laberinto sin salida de una institucionalidad desprestigiada e inoperante, toda posibilidad de detener la revancha conservadora de los 30 años se hizo humo junto a la rayita hecha para votar por Boric en las elecciones.
De los grandes movimientos sociales solo quedan algunos vestigios muy diezmados, ya sea, por el fracaso táctico de entrar en lo institucional vía el acuerdo espurio de noviembre (2019) o porque su empeño no resistió el embate y, claudicantes, se convirtieron en vagón de cola de una política que entregó su demanda a una difusa promesa de un gobierno que dejó de serlo a un mes de encaramado en el poder.
El movimiento No + AFP ’s devino en una iniciativa popular para la nueva constitución, lo mismo el movimiento feminista, en rigor, la coordinadora 8M. Las asambleas populares duraron hasta la mitad del 2020 y, en plena pandemia, solo resisten una ínfima capa de militantes cada vez más escindida de un pueblo confinado y atemorizado. La táctica enarbolada por la casta política de los 30 años junto a la joven que accedió al gobierno fue un éxito para conjurar la rebelión, dejando a un pueblo que se organizaba y movilizaba en estado de confinamiento, para luego desarmarlo organizativamente y sacarlos de las calles.
El pueblo no fue derrotado ni el 4 de septiembre (2022) ni mucho menos el 7 de mayo (2023). Su derrota y desarme ideológico se fragua a partir de noviembre y lo que hemos presenciado es un intento de implementación forzada aún no terminada. La táctica diseñada por el bloque dominante fue una derrota para los sectores del Frente amplio (FA) en el poder, las izquierdas feministas, el Partido Comunista (también en el gobierno) y para parte importante de los movimientos sociales, aquellos que habían apostado por el proceso constitucional como una posible salida tras la revuelta de octubre de 2019.
Las sucesivas derrotas asestadas al gobierno progre- neoliberal lo analiza Franck Gaudichaud: «En Chile siguen siendo necesarios avances radicales», con respecto al rechazo del 4S:
“…fue un voto de sanción contra los límites y la falta de avances sociales del gobierno Boric, pero también contra los y las constituyentes, algunos de los cuales fueron considerados como parte del sistema –y por tanto sin mucha legitimidad–; y, también, un rechazo a un texto que el movimiento popular no supo ni pudo defender y a unos nuevos derechos que parecían alejados de las penurias de la vida cotidiana, por la falta de debates y de inserción en los barrios y centros de trabajo para liderar esta batalla. El proyecto de plurinacionalidad y los nuevos derechos para pueblos indígenas también generaron mucha reacción y racismo, alimentados mediáticamente por la derecha (…) Y fue también el contexto el que cambió, entre el momento en que se inició el proceso constituyente en 2021 y el referéndum. Desde entonces, se han producido los estragos de la pandemia, la inflación del 15%, la crisis económica, la cuestión migratoria, dominada por la extrema derecha, el agudo problema de la seguridad y el narcotráfico, que también fue instrumentalizado por la derecha, y sobre el que el gobierno de centroizquierda se mostró bastante complaciente. Así que, al final, se trata de una gran derrota tras la enorme revuelta popular de octubre de 2019 y la esperanza que abrió: la de poner fin al maldito legado de Pinochet y a una democracia de pacotilla. Hoy, sí, Chile sigue sufriendo la hegemonía neoliberal de esta democracia pactada que parió la dictadura en 1989-90 (y que fue gestionada por los social-liberales y luego por la derecha).” https://rebelion.org/entrevista-con-franck-gaudichaud-en-chile-siguen-siendo-necesarios-avances-radicales/
Atrás, atrás, gobierno incapaz…
El Frente Amplio y la pléyade de individualidades jóvenes y pequeños colectivos son fruto del ala más satelital y oportunista del PC y de la concertación. Es la respuesta millenial y progre que dio el momento histórico, pero solo en las universidades. Sin anclaje popular son la nueva generación que encabezó marchas y tomas estudiantiles que les sirvió para acceder a puestos dirigenciales en las federaciones estudiantiles y empezar su carrera política, tal y como lo hicieron sus padres y hermanos mayores en los noventa. De ahí que sus diferencias frente a los sectores radicales y rebeldes anticapitalistas se empiezan a plasmar en organismos como la confech o en las mismas federaciones de estudiantes secundarixs. Su militancia giró en torno a la comodidad que les brindaba un neoliberalismo maduro y el uso de las redes sociales, muy lejos de las penurias cotidianas de millones ajenxs a esos devenires estudiantiles.
Como consecuencia de los anterior tenemos a un gobierno escindido de la base social desde su nacimiento. No le interesa apoyarse en el pueblo si quisiera para avanzar un ápice de su tibio y deslavado programa de reformas mínimas en el marco del neoliberalismo. Solo sigue en la lógica de administración y gestión del estado neoliberal y policial. En el Wallmapu la represión y el encarcelamiento de sus luchadorxs reemplazó definitivamente al bullado “buen vivir” de principio de su gestión. Su respuesta al problema migratorio, de la violencia estructural, el narcotráfico, xenofobia y el racismo en los sectores populares, es la respuesta discursiva propia de la derecha de siempre y de los gobiernos de los treinta años. Ante los derechos sociales mínimos y en el contexto de una crisis económica que golpea cruelmente a las familias del pueblo precarizado, como es un gobierno sin arraigo popular, solo opone las cifras macroeconómicas que dan cuenta que las familias de los multimillonarios son las únicas que se siguen enriqueciendo. La industria privada de la educación sigue haciendo estragos con colegios hacinados y violencia generalizada que no son capaces de entender su causa. Lejos de acabar con los contagios virales, estos se multiplican sin control matando a niñxs y personas vulnerables ante un sistema de salud en crisis y muy deteriorado producto de las políticas neoliberales que siguen su curso. Es decir, el neoliberalismo sigue adelante en su fase mas destructiva y la gobernanza con rostro joven, pero muy obsecuente a los límites impuestos por el bloque en el poder, solo pasa la historia como un gobierno más de lo mismo.
La esperanza la construyen los pueblos organizados y movilizados.
La revuelta que casi tumba al neoliberalismo, a sus instituciones desprestigiadas y a su gobierno de turno, se caracterizó porque radicalizó la movilización anticapitalista/ antipatriarcal y su espontaneidad con luchas callejeras que duraron días, sustentada por jóvenes y precarizadxs dieron ejemplo al mundo desbordando a los partidos, en especial, a la nueva izquierda (los señoritos del Frente Amplio y su séquito) y a la tradicional (PC- Concertación).
En potencia, aún pervive la experiencia organizacional de las asambleas y la creatividad de las expresiones de lucha callejera.
El movimiento de mujeres y los feminismos (autónomos) siguen, aunque no sea tan evidente, la lucha contra el patriarcado y la crítica radical a un capitalismo que depreda la vida.
Si el análisis de fondo y más estratégico es que si los pueblos que salieron a la lucha no se sienten ni están derrotado, entonces habría posibilidades de perspectivar una articulación social y política alternativa, autónoma, anclada firmemente en los pueblos del campo y la ciudad, en confrontación con los responsables de la crisis y las penurias populares, reivindicando lo iniciado en octubre de 2019, radicalizándolo, prolongándolo y profundizándolo.
A pesar de la realidad distorsionada que nos presentan las elecciones, pero partiendo de ahí, podríamos decir que el neoliberalismo ha calado hondo, que estamos ante una sociedad culturalmente conservadora, por tanto, octubre no permitió o no le alcanzaron sus fuerzas para el robustecimiento y multiplicación de una capa de luchadorxs que se despercudiera de años de la ideología imperante. No obstante, quizá sea posible desarrollar una apuesta discursiva y organizacional que empuje en pequeños núcleos una plataforma programática y de trabajo territorial que recoja lo mejor de octubre, al mismo tiempo que lo supere y lo haga perspectivable.
Contamos con la creatividad y potencia del feminismo autónomo, la juventud, la lucha socioambiental, con el pueblo trabajador y precarizado en su lucha cotidiana y sin cuartel con el extractivismo y un Wallmapu en su expresión más radical y enfrentamiento en otro nivel con el capitalismo en su fase de exterminio.