Por Albino Prada
Con las estimaciones hasta 2023, y las previsiones para 2024-2025, del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la evolución del PIB en grandes países del mundo, podemos hacer balance de lo ocurrido desde la parálisis provocada por la crisis pandémica de 2019 hasta hoy. Una parálisis que se vio frenada en su posterior recuperación por problemas de suministro, proteccionismo comercial e intensificación de conflictos militares en Europa y Oriente Medio que alimentaron un intenso proceso inflacionario y una subida de los tipos de interés. Aunque ya en los años previos a la recesión pandémica, los Estados Unidos de Donald Trump se habían ido demarcando de la apertura comercial y la libre circulación que habían predicado en las décadas anteriores, como reacción ante su galopante déficit comercial y la deslocalización masiva de sus empresas.
Si tomamos como punto de partida el año de la pandemia (2019, índice 100), los datos reales hasta 2023 sitúan la media mundial en un nivel de 110, con la Eurozona muy por debajo y la economía norteamericana ligeramente peor (con 102 y 107 respectivamente). La economía china destaca muy por encima al casi duplicar la media mundial (120). Y lo mismo sucede si a esos datos ya reales le sumamos las previsiones del FMI para este año 2024 y el próximo. La eurozona apenas habría acumulado cinco puntos entre 2020-2025, frente a los doce de Estados Unidos (más del doble) y los treinta de China. Este país duplicaría con creces aún ahora el crecimiento de la economía mundial que había sido hegemónica en las últimas décadas: Estados Unidos.
El éxito chino pareciera seguir siendo espectacular: resistente a pandemias, guerras comerciales y conflictos militares internacionales. Aunque una mirada más atenta a este caso único de lo que se ha llamado globalización Chimericana (al menos entre 1980-2010, como analizo en mi ensayo “El regreso de China”, 2021) muestra que esta resiliencia no se traduce en ser inmune a todos esos factores. Para visualizarlo, recojo en un gráfico, con los mismos datos del FMI, su evolución agregada en la última década, entre 2014 y 2023.
Fuente: elaboración propia con datos del FMI
El gráfico nos deja claro que en el bienio 2022-2023 ese país no logró recuperar el ritmo de crecimiento prepandemia, cayendo de tasas del 7 % en 2014 a tasas inferiores al 5 % en la actualidad. Aproximadamente la mitad de lo que eran las tasas de crecimiento chinas habituales en el pasado. Con una «desaceleración» hasta el 4,7 % en el segundo trimestre de este año 2024.
Siendo así que la Oficina Nacional de Estadísticas de China para los datos de 2023 desglosa los 5,2 puntos de crecimiento del país en una contribución de 4,3 puntos del consumo (de los hogares y del sector público), de 1,5 puntos de la formación de capital y la inversión, y (cifra muy reveladora) menos 0,6 puntos en la balanza de bienes y servicios. Esta última cifra había sido positiva en los últimos años y supone un impacto problemático en su modelo de crecimiento, aunque el consumo interno esté ganando protagonismo.
De manera que lo que suceda con la nueva ola de proteccionismo auspiciada por Estados Unidos, o las turbulencias en los mercados (alimentarios, energéticos, tecnológicos, financieros, etc.) asociadas a guerras comerciales y a guerras por zonas de influencia en Eurasia (desde Ucrania hasta Irán o Taiwán), podrían rebajar aún más las expectativas económicas de una China que no se explicaría sin un mundo (entre 1980-2010) que parecía ser un oasis de cosmopolitismo neoliberal y libre mercado bajo el «consenso» de Estados Unidos.
De ese mundo queda ya poco en el año 2024. De momento, entre 2023-2025 el FMI estima que Estados Unidos tendrá un crecimiento muy superior al de la Eurozona (también superior al de España) o Japón, pero no superior al de Rusia o China. Parecen dibujarse así dos grandes bloques globales en vez de una única «globalización». Quizás la mejor forma de visualizarlo sea un mapa actual de la Organización de Cooperación de Shanghai.
MIEMBROS DE LA ORGANIZACIÓN
DE COOPERACIÓN DE SHANGAI
Fuente: Wikipedia
Acabo de poner en primer plano que en el pasado año 2023, la economía china disminuyó su ritmo de crecimiento principalmente por la contribución negativa de su motor exterior. Pues creció 5,2 puntos porcentuales, la mitad de lo habitual en el pasado, y la contribución de la balanza exterior de bienes y servicios restó 0,6 puntos (datos oficiais de 2023). Como quiera que la aportación del motor externo en años anteriores había sido positiva el año pasado debe considerarse como un cambio de tendencia.
Claro que, al mismo tiempo, se puede comprobar que en el año 2023 la economía norteamericana, que está alimentando un giro proteccionista a escala global, rompió la problemática tendencia de su déficit exterior pues de sus 2,5 puntos de crecimiento (datos BEA página 10) fueron 0, 6 puntos los que sumó su demanda externa. Y así, mientras que en años anteriores la contribución siempre había sido negativa, en 2023 sus exportaciones crecieron un 2,6 %, mientras que sus importaciones cayeron un -1,7 %. Con libre comercio para lo que vendo y proteccionismo para lo que compro.
En 2023 en resumen, en China la demanda externa restó seis décimas al crecimiento del PIB mientras en Estados Unidos sumó seis décimas. Un cambio radical de roles en el año 2023 del que conviene tomar buena nota para entender gran parte de lo que está pasando en todo el mundo (guerras comerciales y otras incluidas). Producto de la inflexión de las presidencias anteriores de Donald Trump que, en estas materias, continuó la administración Biden. Un cambio que hay que evaluar teniendo muy en cuenta que hoy la economía china ya está más abierta al exterior que la norteamericana, porque la rateo porcentual de importaciones más exportaciones sobre el PIB en 2023 alcanzó los 33 puntos en China y 27 puntos en Estados Unidos .
Para detectar la causa de esa problemática inversión del motor externo de China, que por otra parte se supone es la fábrica del mundo, conviene desagregar lo que sucede con sus exportaciones y sus importaciones. Porque podría estar sucediendo que las exportaciones dejasen de crecer al ritmo que lo venían haciendo (entre otras causas por la guerra proteccionista y comercial declarada por la economía norteamericana, antes tan partidaria de los mercados abiertos), pero que las importaciones que necesita la economía china actual sean a cada paso mayores (de alimentos y energía primaria entre otras cosas). En un gráfico presento un resumen de los últimos 20 años.
Fuente: elaboración propia con datos NBS
Observamos que las exportaciones se triplicaron en los diez años que van de 2005-2015 pero que en los próximos diez años (2015-2023, por ahora) será difícil mantener ese ritmo y alcanzar un índice de 600 (estamos a dos años vista en un nivel de 444). Las importaciones tienen una progresión no menos intensa porque entre 2005 y 2015 se multiplicaron por 2,5 veces y, aunque continúan creciendo, no parece que vayan a alcanzar en esta década el ritmo de la década anterior.
No se comprueba, en este momento, que la balanza comercial, y su eventual paulatino deterioro, esté actualmente detrás de esa aportación negativa al crecimiento del PIB en 2023, porque para eso habría que haber comprobado que las exportaciones crecen mucho menos, y las importaciones mucho más. En consecuencia, esa contribución negativa debe necesariamente derivarse de un creciente deterioro de la balanza de servicios (turísticos, ingresos de empresas extranjeras, pagos por patentes, transportes, seguros, etc.) que erosionan de manera decisiva el meritorio superávit comercial de la economía china aún en un contexto de ola proteccionista global.
Resumiendo: el golpe de timón dado en su día por los Estados Unidos de Donal Trump a la globalización cosmopolita, un golpe continuado por Biden, parece estar dando réditos externos a ese país a la vista de los datos del crecimiento del PIB del año 2023 y, al mismo tiempo, parece obstaculizar la progresión y el modelo de crecimiento de China. Porque si bien este país, de momento, mantiene un importante superávit comercial (mantiene, aunque ya no crece) sus saldos en la balanza de servicios (herederos de la vieja globalización) son muy negativos, con lo que el resultado global cambia de signo.
Algunos analistas resumen todo esto como que «la escalera estadounidense» le está siendo retirada a China. Una super economía mundial a la que podría no quedarle más remedio que ir en busca de una escalera exterior diferente.