El historiador israelí Amos Goldberg es uno de los principales críticos de la guerra de Israel en Gaza, que califica de genocidio. La comunidad internacional debe despertar a esta realidad y actuar en consecuencia.
Más de nueve meses después de que los atentados del 7 de octubre de Hamás masacraran a más de mil israelíes, sigue sin vislumbrarse el final de la guerra en Palestina. La guerra de Israel en nombre de la eliminación física de Hamás ha reducido a escombros gran parte de la Franja de Gaza y ha matado a decenas de miles de personas, en su gran mayoría civiles. Aunque la guerra terminara mañana, gran parte de Gaza sería inhabitable durante años.
Este nuevo nivel de escalada —y el alcance de la destrucción en Gaza— han suscitado el debate sobre si las acciones de Israel deben calificarse de genocidio. Esta fue la acusación planteada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, a la que posteriormente se sumaron España, Bélgica y México. La cuestión sigue siendo controvertida entre los expertos, pero cada vez son más los que coinciden en que tal valoración es, al menos, plausible. En el propio Israel, la mayoría de la población está unida detrás de su ejército. Pero no cabe duda de que hay detractores de la guerra.
Amos Goldberg es profesor asociado del Departamento de Historia Judía y Judaísmo Contemporáneo de la Universidad Hebrea de Jerusalén. En abril publicó un artículo en el que concluía que las acciones de Israel en Gaza son genocidas. En la siguiente entrevista habla de sus opiniones y conclusiones sobre la guerra en curso, la situación en Cisjordania y el futuro de Israel-Palestina.
EF
Hace unas semanas, usted calificó las acciones de Israel en Gaza de «genocidio» contra la población palestina de la zona. ¿Puede explicar brevemente qué definición concreta de genocidio está aplicando y por qué cree que es importante utilizar el término para describir lo que está ocurriendo en Gaza?
AG
Escribí un artículo en hebreo titulado «Sí, es un genocidio» en una revista llamada Sicha Mekommit, que significa «llamada local». Poco tiempo después el texto se tradujo al inglés y se difundió ampliamente.
Reconozco que se trata de una acusación grave y no me la tomo a la ligera. Me ha resultado muy difícil escribir este artículo, porque también trata de mi pueblo y mi sociedad. Como parte de esta sociedad, también soy responsable de lo que está ocurriendo. La magnitud de las atrocidades y la destrucción en Israel el 7 de octubre no tienen precedentes. Me llevó algún tiempo digerir lo que estaba ocurriendo y ser capaz de expresar lo que veía ante mis ojos. Pero una vez que ves lo que está sucediendo, ya no puedes permanecer en silencio. Aunque sea agonizante y doloroso para mí, para mis lectores o para la sociedad israelí, el debate debe comenzar en algún lugar.
Hay varias definiciones de genocidio, pero solo una es aceptada mundialmente y es la de la Convención sobre el Genocidio [La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio], que fue adoptada por la ONU en diciembre de 1948. Es una definición legal, pero aún así vaga y abierta a la interpretación, razón por la que fue y sigue siendo criticada. La convención describe el genocidio como un crimen cometido con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal. La intención de aniquilar es crucial para esta definición, más allá de que los resultados no sean efectivamente esos.
La definición ha sido criticada por su omisión de otras categorías, como los grupos políticos, a los que se opuso la Unión Soviética. Del mismo modo, la convención no especifica el «genocidio cultural», porque Estados Unidos temía ser acusado de cometer genocidio contra su propia población indígena. Incluir los aspectos culturales en las convenciones era muy importante para el abogado judío-polaco Raphael Lemkin, que acuñó el término «genocidio» y presionó para que se incluyera en la ONU, pero se vio obligado a transigir para que se aprobara la convención.
En última instancia, la definición presentada por la convención fue el resultado de un determinado momento político e histórico en la ONU, cuando el Sur Global tenía muy pocos representantes y Estados Unidos y la URSS dominaban. No obstante, la mayoría de los estudiosos se refieren a esta definición cuando hablan de genocidio en la actualidad. Muchos han acuñado términos adicionales como democidio, etnocidio, politicidio, etc. (que de todos modos no son legales) o han rechazado las definiciones. Pero la definición básica ampliamente aceptada es la legal de la Convención.
EF
Su artículo también menciona otros ejemplos de genocidio, como en Bosnia, Armenia o el genocidio Herero y Nama en lo que hoy es Namibia. Alrededor de 8000 bosnios fueron asesinados en Srebrenica, mientras que se cree que entre varios cientos de miles y 1,5 millones de personas perecieron en el genocidio armenio. Usted también subraya que no todos los genocidios tienen que desembocar en los horrores del Holocausto. ¿En qué momento de la guerra actual estuvo seguro de que las acciones de Israel en Gaza se habían convertido en genocidio?
AG
Como historiador, si nos fijamos en el panorama general, tenemos todos los elementos de un genocidio. Hay una clara intención: el presidente, el primer ministro, el ministro de Defensa y muchos oficiales militares de alto rango lo han expresado muy abiertamente. Hemos visto innumerables incitaciones a convertir Gaza en escombros, afirmaciones de que allí no hay inocentes, etc. Se oyen llamamientos populares a la destrucción de Gaza desde todos los sectores de la sociedad y de la dirección política. En la sociedad israelí prevalece una atmósfera radical de deshumanización de los palestinos hasta un punto que no recuerdo en los cincuenta y ocho años que llevo viviendo aquí.
El resultado es el que cabría esperar: decenas de miles de niños, mujeres y hombres inocentes muertos o heridos, destrucción casi total de las infraestructuras, hambruna intencionada y bloqueo de la ayuda humanitaria, fosas comunes de las que aún desconocemos el alcance total, desplazamientos masivos, etc. También hay testimonios fiables de ejecuciones sumarias, por no hablar de los numerosos bombardeos de civiles en las llamadas «zonas seguras». Gaza tal y como la conocíamos ya no existe. Así pues, el resultado encaja perfectamente con las intenciones. Para comprender toda la magnitud de esta destrucción y crueldad, recomiendo la lectura del informe del Dr. Lee Mordechai, que es el registro más completo y actualizado de lo que ha estado ocurriendo en Gaza desde el 7 de octubre.
Para que los asesinatos masivos se consideren genocidio no es necesario que se trate de una aniquilación total. Como ya hemos mencionado, la definición establece explícitamente que la destrucción total o parcial de un grupo puede considerarse genocidio. Es lo que ocurrió en Srebrenica, como has mencionado, o en el caso de los rohingya en Myanmar.
Reconozco que, al principio, me resistía a llamarlo genocidio, y buscaba cualquier indicio para convencerme de que no lo es. Nadie quiere verse a sí mismo como parte de una sociedad genocida. Pero había una intención explícita, un patrón sistemático y un resultado genocida, así que llegué a la conclusión de que así es exactamente como luce un genocidio. Y una vez que llegas a esta conclusión, no puedes permanecer en silencio.
EF
¿Cómo reaccionan sus estudiantes, colegas o amigos cuando expone sus conclusiones?
AG
Como ya he mencionado antes, escribí mi artículo en hebreo. No lo escribí en inglés porque ante todo quería que los israelíes se enfrentaran a ello y ayudar a mi sociedad a superar la negación y el impulso de no ver lo que está ocurriendo en Gaza. Yo diría que la negación forma parte de todos los procesos genocidas y actos de violencia masiva.
Algunos estudiantes se enfadaron mucho conmigo por mi artículo, pero otros me dieron las gracias. Algunos colegas discutieron conmigo, y uno incluso escribió en Facebook que esperaba que los estudiantes no asistieran más a mis clases. Otros estaban de acuerdo conmigo, mientras que algunos me dijeron que les había hecho reflexionar. También hay personas que no están de acuerdo conmigo pero a las que al menos conseguí convencer de que la acusación de genocidio no es una acusación absurda motivada por el antisemitismo.
EF
En Alemania, las universidades israelíes se consideran a menudo un bastión de la resistencia contra el gobierno de Netanyahu. ¿Cuál es el ambiente en los campus israelíes en estos momentos?
AG
Es cierto que las universidades son un bastión de la oposición al gobierno de Netanyahu. Esto empezó con la reforma judicial antes de la guerra. Muchas voces dentro de las universidades se alzan contra la guerra, aunque muchas la apoyan activamente, o incluso animan al gobierno a aumentar la ya inhumana presión sobre Gaza.
Muchos de los que se oponen a la guerra lo hacen principalmente por los rehenes —que es una causa muy digna—, pero solo una minoría en Israel reconoce la naturaleza inhumana y criminal de la guerra como tal. También debo destacar las numerosas muestras de solidaridad entre judíos y palestinos que tuvieron lugar en las universidades. Sin embargo, en general, diría que, como instituciones, las universidades fracasaron en esta prueba de su moralidad y sus obligaciones con la libertad de expresión, el humanismo y el análisis crítico de la realidad en tiempos de crisis.
La Universidad de Tel Aviv y su presidente, Ariel Porat, podrían ser una excepción, ya que en su mayor parte defendió la libertad de expresión, pero en general existe una atmósfera de miedo y represión. Esto es especialmente cierto para los profesores y estudiantes palestinos, que sienten que ni siquiera pueden expresar públicamente ningún tipo de empatía hacia sus hermanos y hermanas de Gaza. No hay lugar para sus sentimientos o sus perspectivas en el campus, en la esfera pública o en las redes sociales.
Algunos profesores —incluidos judíos— han perdido su trabajo en universidades por expresar críticas legítimas; otros no lo perdieron, pero fueron acosados. El incidente más conocido le ocurrió a la profesora Nadera Shalhoub-Kevorkian, una catedrática palestina de renombre mundial de la Universidad Hebrea de Jerusalén conocida por sus opiniones francas sobre el genocidio y el sionismo.
La universidad la suspendió de la docencia durante un breve periodo. Sufrió acoso y amenazas por parte de colegas, e incluso fue detenida y encarcelada durante dos días. La policía la interrogó varias veces. Su crítica puede haber sonado dura y desagradable para la mayoría de los oídos israelíes, pero sigue siendo legítima y, en mi opinión, en su mayor parte muy cierta. Ahora está esperando a ver si la acusan de «incitación», basándose también en sus artículos académicos revisados por expertos.
Otro hecho preocupante es la promoción por parte de la Unión Nacional de Estudiantes Israelíes de un controvertido proyecto de ley que obligaría a las universidades a despedir sumariamente a cualquier persona, incluidos los profesores titulares, por prácticamente cualquier crítica al Estado o al ejército que el ministro de Educación considere «incitación». No todos los sindicatos estudiantiles locales, incluida la sección de la Universidad Hebrea, apoyan el proyecto de ley, y las propias universidades también se oponen vehementemente. Espero que el proyecto, pero la coalición gubernamental lo está impulsando con fuerza, junto con parte de la oposición. Es realmente vergonzoso que los estudiantes de la comunidad académica israelí estén presionando para que se adopte una medida tan draconiana y totalitaria, y da miedo pensar en las consecuencias que podría tener si se aprobara.
EF
Su propia universidad rechaza las acusaciones de genocidio contra Israel pero, por otro lado, calificó inmediatamente de tal el ataque de Hamás del 7 de octubre. ¿Cuál es su opinión? ¿Cumplía el 7 de octubre los criterios para ser calificado de genocidio?
AG
Estoy de acuerdo con la mayoría de las evaluaciones de la ONU y de otros organismos, incluidas las actuales órdenes de detención emitidas por el fiscal jefe [de la Corte Penal Internacional], Karim Khan, en las que se afirma que el ataque de Hamás fue horrendo y criminal, con crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Aunque algunos lo consideran un acto genocida, yo no lo creo así. Creo que fue un crimen terrible, en particular el ataque contra civiles, la destrucción de los kibbutzim y la toma de rehenes, incluidos niños. Sin embargo, llamarlo genocidio estira la definición hasta el punto de que carece de sentido.
La universidad rechazó explícitamente el término genocidio en relación con las acciones de Israel al condenar a Nadera Shalhoub-Kevorkian. Afirmaron que era indignante llamarlo genocidio, a pesar de que muchos juristas, historiadores y expertos en genocidio como Raz Segal, Marion Kaplan, Victoria Sanford, Ronald Suny y Francesca Albanese utilizan el término. Otros destacados expertos, como Omer Bartov, creen que la situación puede ir camino de convertirse en un genocidio.
También sabemos que el más alto tribunal del planeta, la Corte Internacional de Justicia, se pronunció en enero sobre varias medidas provisionales al tiempo que afirmaba que es efectivamente plausible que se hayan violado los derechos de los palestinos según la Convención sobre el Genocidio o, en otras palabras, que es plausible que lo que está ocurriendo en Gaza sea un genocidio.
Creo que descartar el término genocidio para calificar de «infundadas» las acciones de Israel es un grave error. Como académicos, nuestro papel es examinar los hechos y sacar conclusiones, no rechazar términos ideológicamente. Aunque uno pueda llegar a la conclusión de que no se trata en realidad de un genocidio, no es infundado calificarlo así, dadas las pruebas y tantos expertos que han llegado a la misma conclusión. Descartarlo como una barbaridad sin tener en cuenta los hechos y los argumentos contradice nuestro compromiso académico con la verdad.
EF
El gobierno alemán también rechaza las acusaciones de genocidio y apoya a Israel ante la Corte Internacional de Justicia. Desde el 7 de octubre, varios palestinos e israelíes críticos con la conducta bélica de Israel han visto silenciadas sus voces o incluso se les ha prohibido la entrada en el país. Teniendo en cuenta su propia opinión sobre la guerra, ¿cree que el gobierno alemán está extrayendo lecciones equivocadas de la historia?
AG
Sí, Alemania está extrayendo lecciones equivocadas de la historia. El gobierno alemán y la mayoría de los medios de comunicación alemanes son parciales e hipócritas cuando se trata de los crímenes de Israel contra los palestinos. Esta postura no es nueva. Alemania apoya a Israel y su narrativa debido a la idea de un Staatsräson alemán, o razón de Estado, que vincula la legitimidad del Estado a su apoyo a Israel. No es solo que no quieran ver lo que está ocurriendo. Se niegan activamente a verlo. Este apoyo inquebrantable, visto como una carta blanca para las acciones de Israel, incluyendo lo que yo considero genocidio, no es bueno para Israel.
Alemania, el país que cometió el Holocausto bajo el régimen nazi, debería defender los valores universales. El «nunca más» debe aplicarse a todos. Casi el 30% de las importaciones de municiones y armas de Israel proceden de Alemania. Esto no ayuda ni a palestinos ni a israelíes.
La cuestión de la supresión de la libertad de expresión en Alemania es anterior a la guerra actual, ya que el Estado alemán considera antisemita casi cualquier crítica a Israel, incluidas las críticas expresadas por judíos. Los medios de comunicación y el gobierno alemanes ignoran deliberadamente la realidad de Israel y Palestina, lo que permite a Israel cometer crímenes y continuar con sus políticas de apartheid, anexión, ocupación y asentamientos. No creo que las acciones de Alemania ayuden a Israel. Al contrario, empujan a la sociedad israelí aún más hacia un abismo del que tal vez no pueda recuperarse.
EF
El ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, anunció recientemente que quería convertir las ciudades y pueblos de Cisjordania en ruinas como se hizo en Franja de Gaza. Mientras la mayor parte de la atención mundial se centra en Gaza, la situación en Cisjordania también está fuera de control, con crecientes ataques contra la población palestina y medidas del gobierno israelí para ampliar los asentamientos allí. ¿Forma esto parte de una estrategia unificada?
AG
El gobierno y muchos colonos y sus partidarios ven la guerra como una oportunidad para ampliar los asentamientos, apoderarse de tierras y expulsar a los palestinos. El ejército israelí y los colonos han matado a más de quinientos palestinos en los Territorios Ocupados desde que comenzó la guerra.
Formo parte de un grupo israelí llamado Activistas del Valle del Jordán que intenta proteger a las comunidades de pastores palestinos y ayudarles a mantener sus tierras y sus medios de vida. He sido testigo directo de la violencia de los colonos. Hace poco se produjo un terrible incidente en el que colonos aparentemente de Shadmot Mehola atacaron a pastores y agricultores palestinos, robaron un coche, rompieron todas sus ventanas, golpearon a la gente y la hirieron, y los aterrorizaron y acosaron constantemente. Está claro que los colonos aprovechan la guerra para ampliar su territorio, expulsar a los palestinos de sus tierras, sobre todo en la zona C de Cisjordania, y «judaizar» el territorio.
En muchos casos, el ejército y la policía, activa o pasivamente, apoyan las acciones de los colonos, al no intervenir deliberadamente ni exigir responsabilidades a los autores. La policía no está al servicio del Estado de derecho, sino de los colonos sin ley. De ahí que los agresores casi nunca tengan que comparecer ante los tribunales. Estados Unidos y otros países acabaron imponiendo sanciones a esos colonos porque comprendieron que el sistema jurídico israelí rara vez les exigiría responsabilidades.
En 2017, Bezalel Smotrich publicó algo llamado «Plan Decisivo», que ofrecía a los palestinos dos opciones: aceptar vivir bajo el apartheid o marcharse. De hecho, amenazaba con aniquilar a los palestinos que decidieran oponerse a estas dos opciones. Este plan, diseñado por políticos de alto rango, goza de un amplio apoyo. Sospecho que, aunque no haya sido adoptado formalmente por el gobierno actual, su espíritu determina su política.
EF
Los altos niveles de apoyo a la guerra entre la población israelí se ponen de manifiesto en casi todos los datos de sondeos disponibles, pero al mismo tiempo también crecen las protestas a favor de un alto el fuego y de la dimisión de Netanyahu. ¿Está empezando a cambiar el estado de ánimo en Israel?
AG
Los ánimos están cambiando poco a poco, ya que muchos comprenden que la única forma de recuperar a los rehenes es alcanzar un alto el fuego permanente. Algunos ya no ven el sentido de la guerra. Sin embargo, la mayoría sigue apoyando la guerra y, sin duda, está completamente ciega ante los crímenes que Israel está cometiendo en Gaza.
Algo positivo que quiero señalar es que organizaciones como los Activistas del Valle del Jordán, que he mencionado antes, o movimientos de base como Standing Together también están creciendo, aunque se trata de grupos muy pequeños en comparación con el resto de la sociedad. Una acción notable de Standing Together consistió en escoltar a Gaza convoyes de ayuda humanitaria que estaban siendo bloqueados y vandalizados por colonos y derechistas. El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, llegó a ordenar a la policía que no protegiera los convoyes, permitiendo que se produjeran los actos vandálicos. Los activistas de Standing Together protegieron los camiones hasta que llegaron al paso fronterizo de Gaza.
Este movimiento está formado principalmente por judíos y árabes de dentro de las fronteras de 1948, que protestan contra la guerra y exigen la liberación de los rehenes, porque entienden que la guerra no nos llevará a ninguna parte y que ambas partes están pagando un precio enorme. Sin embargo, estas voces son fuertemente reprimidas por el gobierno, la policía e incluso los funcionarios locales (como el alcalde de Haifa, Yona Yahav, que dijo que las manifestaciones contra la guerra no deberían tener lugar en su ciudad Haifa).
EF
¿Qué futuro ve para Israel-Palestina después de la guerra? ¿Cuáles serán sus efectos a largo plazo?
AG
Nada bueno saldrá de esta guerra, y no veo ninguna luz al final del túnel. He vivido toda mi vida en Jerusalén como activista y académico, actuando y escribiendo con la esperanza de que se produzca un cambio. En un libro coeditado con mi amigo y colega el profesor Bashir Bashir, The Holocaust and the Nakba: A New Grammar of Trauma and History, así como en otros artículos que escribimos, imaginamos una solución binacional igualitaria. Esta solución hace hincapié en la igualdad de derechos para todos, tanto colectivos como individuales. Esta visión parece ahora más remota que la ciencia ficción.
La solución de los dos Estados tampoco es más que una cortina de humo utilizada por la comunidad internacional, ya que no existe una vía realista para lograr una solución viable de dos Estados que conceda a los palestinos sus derechos. La expansión de los asentamientos no ha dejado espacio para ello, y la idea de dos Estados iguales ni siquiera se contempla. Incluso las propuestas más progresistas de la izquierda israelí y de la comunidad internacional no alcanzan el nivel mínimo de dignidad, soberanía e independencia que los palestinos pueden aceptar. Dentro de la sociedad israelí, el racismo, la violencia, el militarismo y un enfoque narcisista centrado únicamente en el sufrimiento israelí están tan extendidos que casi no existe apoyo público a ninguna solución que no sea más fuerza y más asesinatos.
El statu quo es insostenible y seguirá provocando más violencia. Israel, que para empezar nunca fue una democracia plena, está perdiendo incluso sus rasgos democráticos parciales. Hoy hay más o menos 7,5 millones de judíos y 7,5 millones de palestinos entre el río Jordán y el mar Mediterráneo bajo control israelí. Los primeros gozan de plenos derechos, mientras que los segundos no gozan de ningún derecho o gozan de derechos parciales.
La sociedad judía israelí es cada vez más militante, expansionista y autoritaria. Y Alemania, Estados Unidos y la mayoría de los países occidentales han contribuido significativamente a llegar a este callejón sin salida. Soy muy pesimista y estoy deprimido respecto al futuro. Digo esto con gran tristeza, porque Israel es mi sociedad y mi hogar.
Sin embargo, la historia nos ha demostrado que el futuro puede ser impredecible, y tal vez las cosas cambien a mejor. Pero para ello hace falta una inmensa presión internacional. Esta noción abstracta es mi única esperanza.