Este texto es la guía que utilizó el autor en la charla con Alejandro Bodart y compañeros del MST “¿Por qué fracasó el Modelo Estalinista?” que se realizó el 29 de noviembre de 2024
La presentación de ¿Por qué fracasó el Modelo Estalinista? será también la de Rusia 1917 y de El país de los soviets (1917-1924). El título general de los tres libros es Actualidad de la revolución y socialismo. Fueron escritos para combatir la falsa idea del eterno presente, que se desentiende del pasado y de pensar el futuro y para rechazar la mentira de que “No Hay Alternativa”. Considero que, para eso, es preciso rescatar las experiencias de la casi olvidada Revolución Rusa. Buscar la verdad de lo que entonces ocurrió, registrar también posibilidades que no se desarrollaron, los rodeos y bifurcaciones e incluso de lo azaroso, porque todo es parte de la historia. Crítica y autocríticamente, para contribuir a reconocer la actualidad de la revolución, más necesaria que nunca, y repensar el socialismo por el que podemos y debemos luchar, a la luz de experiencias y fracasos anteriores, pero también y sobre todo de la catástrofe ambiental, las guerras y la Policrisis que amenazan la supervivencia misma de la humanidad.
La principal lección de la Revolución Rusa de 1917, como de la Comuna de París algunas décadas antes, fue existir, mostrar la necesidad de la revolución socialista y de que los oprimidos y explotados comenzaran a tomar en sus manos la transformación de sus vidas y del mundo, durante varios años y en un inmenso territorio. Fue la revolución de las obreras, obreros y soldados de Petrogrado y Moscú, pero también la revolución campesina lanzada por su cuenta y riesgo a ocupar las tierras de la Nobleza. Y las dispares revoluciones nacionales de los pueblos que intentaban escapar de la inmensa cárcel de pueblos que fuera el zarismo. La revolución contra la guerra imperialista, que trastoca el equilibrio del planeta y llamó también al levantamiento de los pueblos de Oriente. Formidable combinación de revoluciones, conducida por un partido que tuvo el mérito inmenso e imperecedero de asumir la lucha de clases y la guerra con perspectiva estratégica y se sumergió en la revolución, permitiendo que aquellas masas con sus Soviets de obreros, soldados y campesinos revolucionaran su propia organización, dirección y funcionamiento. Por eso el triunfo de la revolución soviética conquistó instantáneamente simpatizantes en todo el planeta, y les propuso organizarse en un partido mundial. Todas las críticas que pueden y deben hacerse al desarrollo posterior de la revolución rusa, carecerían de sentido si no se comienza por subrayar que constituyó la más colosal, plebeya e irreverente experiencia de política revolucionaria, auto actividad y auto organización jamás vista, buscando a tientas la construcción de una sociedad sin clases y el desarrollo de la revolución mundial. Sólo así se puede comprender cómo y porqué la URSS, máxima expresión institucional de la revolución, terminó siendo también su más radical negación.
(1) Me detendré, arbitrariamente, en algunos momentos de ese formidable proceso que marcó el siglo XX. Empezaré por un hecho sorprendente y poco discutido: los marxistas rusos, incluso los más capaces, no dieron ninguna importancia a las indicaciones de Marx sobre la existencia de la comuna rural rusa, patriarcal y atrasada pero potencialmente subversiva por su peculiar régimen de propiedad de la tierra, a la que no se consideraba una mercancía, no podía venderse ni comprarse. Marx advirtió que constituía un formidable obstáculo a la penetración del capitalismo y potencial palanca emancipatoria, y por eso estuvo más próximo de algunos de los grandes dirigentes del “Populismo” que de quien fuera considerado el padre del marxismo ruso, Plejanov. Una de las consecuencias de esta ignorancia fue que los bolcheviques menospreciaran a los socialistas revolucionarios -incluso a los eseristas de izquierda- y, aunque adoptaron inicialmente su programa agrario, nunca llegaron a comprender las peculiaridades del campesinado ruso.
Tampoco se conoce bien cómo se conformó realmente el poder soviético. Es sabido que el II Congreso de los Soviets de Obreros y Soldados decidió el 25 de Octubre que todo el poder debía pasar a manos de los Soviets y eligió un Consejo de Comisarios del Pueblo provisional puramente bolchevique. Pero se suele ignorar que el gobierno soviético recién se terminó de conformar semanas después, cuando el II Congreso de Soviets Campesinos de toda Rusia, una vez que los Socialistas Revolucionarios de Izquierda ganaron su dirección, respaldó lo decidido en Octubre. Surgió así un gobierno de coalición entre bolcheviques y eseristas, que tuvo la fuerza y autoridad política de disolver la Asamblea Constituyente cuando esta pretendió desconocer el poder soviético. La ruptura de esta coalición, por una suma de circunstancias objetivas y errores de unos y otros, dañó gravemente la unidad obrero-campesina y a partir de allí la política del Partido Comunista ruso hacia el campesinado fue un continuo zigzagueo, con más errores que aciertos.
(2) No fue aquel el único ni el más grave de los contra-tiempos de la revolución. Contrariando las expectativas iniciales, Rusia quedó relativamente aislada. Para salir de la guerra imperialista debieron aceptar las humillantes y dañinas condiciones impuestas por Alemania, y poco después enfrentaron una terrible guerra civil internacional, que obligó a organizar, armar, vestir e instruir al Ejército Rojo. Al cabo de dos años vencieron, pero el costo fue terrible en términos materiales, humanos y políticos. Durante el “comunismo de guerra” desapareció la democracia soviética, fueron ilegalizados los otros partidos soviéticos, y la concepción inicial del gobierno obrero-campesino entendido como dictadura de la inmensa mayoría del pueblo trabajador contra la ínfima minoría de los explotadores, fue reemplazada por el principio de que la dictadura del proletariado sólo podía ser ejercida por el Partido Comunista, impuesta a los campesinos que constituían el 80% del pueblo, y a los obreros disconformes, considerados en descomposición y “desclasados”. Incluso en el Partido fue restringida la democracia interna, con la prohibición de tendencias y fracciones, y el creciente autoritarismo de una burocracia cada vez más numerosa que obraba en defensa de sus incipientes privilegios e intereses, alentada por Stalin. Cuando Lenin lo advirtió, hacia fines de 1922, intentó combatirlo, pero un ACV lo privó del habla. Y, después de muerto, el Comité Central no se atrevió a difundir los últimos documentos que Vladimir Ilich había dictado, en los que reclamaba el reemplazo de Stalin…
(3) Una vez que mejoraron relativamente las relaciones con el campesinado, la Nueva Política Económica (NEP) permitió una vertiginosa recuperación de la economía alcanzando los niveles de producción anteriores a la guerra. Y paralelamente a la burocratización continuaron desarrollándose múltiples experiencias en el terreno de la educación, la salud, la situación de la mujer, la cultura, las artes y las ciencias, muchas veces a despecho de las políticas oficiales y los gustos de la burocracia. Pero con la NEP también crecieron la desigualdad, fuertes tensiones sociales y protestas obreras, a las que el gobierno respondió con una mezcla de concesiones económicas y represión política. Derrotada ya la revolución alemana en 1923 y con la revolución rusa en franco retroceso, los dirigentes soviéticos optaron por conceder una primacía casi absoluta al desarrollo de las fuerzas productivas, la industrialización y modernización, adoptando acríticamente la tecnología y métodos de los países “avanzados” en lo que se llamó “capitalismo de Estado”, incluido el taylorismo, la dirección unipersonal de las empresas e inversiones extranjeras, conservando claro está el monopolio estatal de la banca, las industrias estratégicas por el Partido/Estado. Se hicieron concesiones a los campesinos ricos para contar con una producción agropecuaria que alimentara a las ciudades y dejara saldo de cereales exportables. Todo eso, discutible, pudo ser necesario. Pero considero un error que esa obsesión por la “modernización”, el “progreso” y el desarrollo de la gran industria, les hiciera dejar de lado la urgente e imprescindible necesidad de revolucionar al conjunto de las relaciones sociales de producción, distribución y apropiación. La “expropiación de los expropiadores” había sido un paso inmenso e imprescindible, pero insuficiente por cuanto el monopolio estatal de los medios de producción dejaba en pie o reforzaba las relaciones sociales de trabajo jerárquicas, el divorcio entre obreros obligados a laborar en fábricas con gestores y métodos impuestos por el Estado, y la venta de la fuerza de trabajo a cambio de un salario. Sin olvidar que entre los campesinos, siempre ciudadanos de segunda categoría, se mantenía la hostilidad a las políticas que los comunistas les imponían “desde la ciudad”.
(4) En la segunda mitad de la década de 1920 se superpusieron y sucedieron el crecimiento y las tensiones de la NEP, con las luchas fraccionales. La conducción del partido pasó a manos de la fracción secreta Zinoviev-Kámenev-Stalin (“la Troika”), reemplazada luego por el bloque Stalin-Bujarin y, finalmente, por la dictadura personal del “Gran Timonel”. El Termidor soviético adoptó la forma de una “contrarrevolución rampante” durante la cual surgió la nefasta ideología de “construir el socialismo en un sólo país”, apoyándose ya no en la clase obrera ni en su vanguardia, sino en el aparato del Partido/Estado y la burocracia. En el libro analizo detalladamente las causas objetivas, y también los errores políticos que explican la fulminante derrota de Trotsky y la Oposición de Izquierda y finalmente la de todas las Oposiciones, cuando la abrumadora mayoría de la burocracia eligió a Stalin como jefe indiscutido e indiscutible. Acá sólo diré que las incoherencias de la política gubernamental y las sistemáticas concesiones a los campesinos ricos para tener saldos exportables de cereales, desembocaron en la gravísima crisis de 1927, que Stalin pretendió superar de manera aventurera con el “Gran Giro” de 1928-29, la colectivización forzosa del campo, la industrialización acelerada, los Planes Quinquenales (1928-1932, 1933-1937 y 1938-1941), la explotación brutal de obreros y campesinos koljosianos, y sucesivas olas de Terror, Purgas y Juicios de Moscú entre 1934-1938.
(5) Algunos investigadores consideran que las transformaciones económicas y sociales de la URSS en la década de 1930 fueron una “revolución desde arriba”. Sin embargo, desde la perspectiva del combate por la emancipación humana y la superación del antagonismo de clase, fue una contrarrevolución en toda la línea. Es verdad que la Unión Soviética cambió radicalmente, y la modernización impuesta con métodos brutales en pocos años convirtió la URSS en una potencia económica y militar. Pero salvo por el nombre, de ningún modo podía ser considerada socialista. El equívoco surge de que la contrarrevolución burocrática no buscó restablecer el capitalismo, como temían y denunciaban los trotskistas. En lugar de eso se impuso, con toda la fuerza del Partido/Estado, una imprevista forma de opresión política y explotación económica que buscó legitimarse cubriéndose con las banderas de la revolución de Octubre, aseguraba que en la URSS ya se había construido el socialismo y prometía que sus éxitos abrirían el camino para un venturoso futuro comunista al resto del mundo.
(6) En enero de 1934, después de una hambruna que mató a 7 millones de soviéticos y con el segundo Plan Quinquenal en marcha, se reunió el llamado “Congreso de los vencedores” en el que Stalin declaró “El Partido está más unido que nunca”. En cuanto terminó, comenzó la purga de los miles de cuadros que habían respaldado desde sus primeros pasos el encumbramiento de Stalin. Fueron reemplazados por una nueva generación de burócratas que a diferencia de la anterior todo lo debían al Gran Timonel. Así se cubrieron decenas de miles de puestos vacantes a causa de las purgas, y otros tantos creados para nuevas reparticiones estatales: la cantidad de ministerios paso de 14 a 34, el número de Repúblicas de la Unión se elevó de 7 a 11 y la cantidad de Territorios y Regiones de 7 a 110. Decenas de miles de cargos técnicos y administrativos en la industria fueron cubiertos por una camada de orígenes muy plebeyos, una movilidad social ascendente que era la otra cara de la explotación impuesta a la gran mayoría de los trabajadores con una brutal legislación anti obrera: entre 1928 y 1940, el ingreso real de los asalariados excluida la agricultura cayó un 50%. Las espectaculares cifras de crecimiento con los Planes Quinquenales, no deben ocultar las fallas garrafales de la planificación burocrática: desfasaje entre crecimiento espectacular de la industria pesada y los restantes sectores, en especial los relacionados con el bienestar de la población; despilfarro y agotamiento de recursos que con el tiempo revelaron ser escasos e impusieron inversiones crecientes; gigantescas agresiones medioambientales; efectos a largo plazo de la traumática colectivización forzosa de la agricultura.
Así se forjó un Modelo en el que toda la riqueza y fuerza de trabajo disponible se invertía en maximizar la producción de bienes de equipo y armas, y a eso lo llamaron socialismo. Es hora de decir que no lo fue, ni estuvo en camino a serlo.
(7) No entraré en detalles sobre el Gran Terror, ni la prueba terrible que fue para la URSS la Segunda Guerra Mundial, temas que en el libro trato ampliamente. Sólo diré que, por una suma de errores de conducción y debilidades del régimen, la URSS comenzó perdiendo la guerra de manera catastrófica. Después, la inmensidad del territorio, la crudeza del invierno, la reacción heroica del pueblo y, también hay que decirlo, reajustes políticos militares introducidos por Stalin posibilitando la conformación de una calificada conducción militar estratégica, fueron capaces de derrotar a los ejércitos hitlerianos. Esto elevó el prestigio de la URSS y su conductor en todo el mundo, pero de ninguna manera puede decirse que con eso se “demostró” que fuera un Estado socialista. Lo cierto es que los Acuerdos de Yalta y Potsdam le garantizaron cierta expansión territorial, amplia zona de influencia en Europa del Este y una destacada posición en el sistema mundial de Estados de posguerra, a cambio de que frenara el formidable ascenso de masas y la posibilidad de nuevas revoluciones tras la derrota del nazifacismo. Y efectivamente, Stalin se opuso decididamente al desarrollo de revoluciones en Italia, Francia o Grecia, y poco o nada hizo para facilitar la victoria del Ejército Popular conducido por Mao. Se preocupó por asegurar y consolidar el control sobre los países que habían quedado bajo su “esfera de influencia” y conducir, en función de los intereses de la URSS al “campo socialista” sustancialmente ampliado con la República Popular China y la expropiación de las antiguas clases explotadoras en las Democracias Populares de Europa del Este para imponer siempre desde arriba el modelo económico estalinista.
En 1946 se proclamó el cuarto Plan Quinquenal, y rápidamente se recuperaron los niveles de producción anteriores a la guerra, revelando sin embargo la resistencia del modelo a incorporar innovaciones, y serios retrasos tecnológicos (el exitoso desarrollo del sector atómico no tuvo repercusiones en el resto de la economía). Hay que decir también que este crecimiento se logró en gran medida con la expoliación de los países de Europa Oriental, sobre todo de Alemania del este y Rumanía y, una vez más, imponiendo severos sacrificios a los trabajadores. Un síntoma del agotamiento del régimen fue la demorada y trabajosa elaboración del quinto plan quinquenal promulgado en 1951, la persistencia del trabajo esclavo en el Gulag, una draconiana legislación laboral y, por último, pero no en importancia, la nueva oleada de purgas que interrumpió la muerte de Stalin en 1953.
(8) Para una crítica fáctica, política y teórica más detallada del Modelo Estalinista y lo que llamo el socialismo realmente inexistente, remito al libro. Ahí analizo con cierto detalle el texto que se consideró máximo y postrer aporte teórico de Stalin, titulado Los problemas económicos del socialismo en la URSS publicado en 1952, donde dice que era “un Estado socialista completamente nuevo” avanzando hacia el comunismo, y adelanta que incluso en el comunismo se mantendría el Estado. Formula una disparatada “ley fundamental del socialismo” y ordena a los estudiosos soviéticos “liquidar” los conceptos de “fuerza de trabajo”, “capital”, “plusvalor”, “beneficio”. Terminaba asegurando “la existencia paralela de dos mercados mundiales opuestos”, agregando que el mercado mundial capitalista estaba en una grave crisis, a diferencia del mercado socialista “en continua expansión”. La realidad es que nunca existieron dos mercados mundiales esencialmente distintos, y que en el supuesto “sistema económico socialista” las fuerzas y capacidades de hombres y mujeres continuaron sometidas a una lógica sistémica productivista, sujetos a las imposiciones de la división social jerárquica del trabajo, la dominación del capital estatal y la explotación en aras de la “acumulación socialista”. La alta burocracia, pretendiendo actuar en nombre del proletariado, constituyó una “capa” o “proto clase” que operó como una especie de “personificación del capital” (estatal), con funciones precisas: gestión gubernamental, planificación, dirección de las empresas, del aparato represivo, y de las Fuerzas Armadas, todo en función de asegurar la “acumulación socialista” y su reproducción ampliada, de modo tal que se producía y reproducía la relación social de explotación característica del sistema. La alta burocracia era formalmente asalariada, pero sus altos ingresos se derivaban de la función y estatus dirigente que ejercía y el acceso al consumo en tiendas y servicios especiales, viviendas, lugares de veraneo y descanso, vehículos, etc., inaccesibles al común de los mortales. La URSS, Democracias Populares o República Popular, variantes del modelo estalinista, fueron formaciones económico-sociales híbridas, estructuralmente inestables, que incluso en los casos en que lograron avances importantes en algunos terrenos y se convirtieran en potencias, lejos estuvieron de ir Más allá del capital (como certeramente explica el libro de Mészáros que lleva ese título).
Los Estados burocráticos no demostraron ser superiores al capitalismo, ni siquiera (tal vez habría que decir, sobre todo) cuando a nivel mundial el sistema del capital ingreso en su crisis estructural, en los años 1980 y siguientes. Se hizo evidente que el “campo socialista” perdía terreno en la competencia económico-social, simbólica y política con los grandes países capitalistas, no lograba escapar a la dominación y dinámicas del mercado mundial y perseguía pautas de modernización, producción y consumo copiados (frecuentemente mal) del capitalismo. Hasta que la burocracia (o sectores de ella) se orientaron, finalmente, a la restauración del capitalismo, en procesos cuyas características escapan al propósito de esta presentación.
Para terminar, quiero destacar que pasada la conmoción del desmoronamiento del campo socialista y el aprovechamiento que del acontecimiento hicieron los capitalistas occidentales para hacer pingües negocios y acelerar la globalización (en colaboración y competencia con la República Popular China), debemos ser capaces de ver que aquello fue una expresión específica de la formidable crisis estructural del sistema del capital a escala planetaria, y que esa crisis desde entonces no dejó de agravarse, a pesar de crecientes niveles de explotación y saqueo.
El capitalismo realmente existente genera catástrofes que amenazan la supervivencia de la humanidad, su crisis es económica, civilizatoria, simbólica, pandémica, ambiental, geopolítica, bélica. Los multimillonarios reunidos en Davos le pusieron el nombre de Policrisis. Por eso es imprescindible re-conocer la actualidad de la revolución y necesidad del socialismo en los términos en que hoy se presentan. Termino mi libro poniendo en discusión algunas hipótesis estratégicas para enfrentar tan formidable desafío. Ojalá seamos capaces de avanzar en este tipo de elaboraciones, que necesariamente deben ser colectivas e internacionalistas.