04/11/2023
por Guillermo Correa
El pasado 21 de octubre del 2023 se realizó un Conversatorio en la Universidad de Playa Ancha (UPLA) organizado por la Radio Cordón Marga Marga, el Movimiento 31 de Julio y el Cabildo desde los Derechos Humanos de Quilpué, bajo el título “A cuatro años de la revuelta: balance y perspectivas para las izquierdas”, donde estuvieron presentes como panelistas Juan Carlos Gómez Leyton, Dr. en Ciencias Sociales y políticas, Director Académico de CIPPSAL (Centro de Investigación en Procesos Políticos y Sociales en América Latina) y Sergio Grez Toso, Dr. en Historia, Historiador y Académico de la Universidad de Chile.
Transcribo, a continuación, las intervenciones de ambos panelistas:
SERGIO GREZ TOSO:
El tema de nuestro conversatorio son las tareas que se desprenden para la izquierda, ese es el título, a cuatro años de la rebelión popular. Me parece que, para poder deducir tareas, primero hay que hacer una caracterización y un balance, así sea mínimo, de lo ocurrido hace cuatro años y durante estos últimos cuatro años.
El movimiento de octubre de 2019, que se prolongó, con altibajos, hasta mediados de marzo del 2020, lo caractericé desde un primer momento, al segundo o tercer día, como una rebelión popular, no como un estallido social, ni tampoco como una revuelta, ni menos aún, no daba para tanto, como una revolución, como lo hicieron algunos compañeros tal vez llevados por el entusiasmo del momento.
¿Por qué rebelión popular y no las otras posibilidades? Porque si bien efectivamente comenzó como un estallido espontáneo -los estallidos por definición son fenómenos de corta duración, duran un momento, provocan un gran ruido, algunos efectos, tipo explosión y luego se extinguen-, este movimiento duro 5 meses, desde mediados de octubre hasta mediados de marzo, pero además de su larga duración, en términos cronológicos, tuvo una tremenda extensión geográfica y social; geográfica porque abarcó todo el país, no hubo prácticamente ningún punto del Estado República de Chile que no se viera afectado, en mayor o menor medida, y, como les decía, también hay que relevar, su gran expresión social.
Si bien la columna vertebral, o la base social más importante, fue la clase trabajadora y los sectores populares, hay que tener presente de que hubo amplios sectores de las capas medias, de la pequeña burguesía, incluso de la clase media acomodada, que se involucraron en él, sobre todo durante la primera fase, esto es hasta mediados de noviembre del 2019. Fue un movimiento diverso, pluriclasista, heterogéneo, en el cual se expresó la diversidad de quejas, dolencias, reivindicaciones, que se venían acumulando, yo diría no durante 30 años, como era la consigna, sino durante cuarenta y tantos años, poco menos de medio siglo, esto es desde el golpe de Estado de 1973.
Fue un movimiento de un gran espontaneísmo, un movimiento desordenado, como lo he dicho tantas veces no hubo un estado mayor de la rebelión popular. Y reitero el concepto de rebelión popular, por su duración, por su extensión y por la politicidad de las demandas que se expresaron, siendo tal vez la más política, aquí es un tema de discusión, puesto que hay quienes niegan que haya sido una demanda de todo el movimiento y, probablemente tienen razón, tal vez fue solo de un sector del movimiento, pero que surgió con bastante fuerza, al cabo de pocos días, la exigencia de una refundación política nacional mediante la vía más democrática, esto es una asamblea constituyente libre y soberana.
Evidentemente esto no alcanzó para ser revolución, aunque hay quienes dicen, sí, pero hay revoluciones que no logran su objetivo, que fallan, que fracasan, que son aplastadas, pero aquí no había programa revolucionario, había reivindicaciones, aspiraciones, no había una dirección revolucionaria, y no estoy pensando en términos de partido, no había ni siquiera una coordinación de organizaciones sociales que le diera conducción al movimiento, lo repito, a riesgo de ser majadero, no había estado mayor.
Esto fue positivo durante los primeros días o semanas de octubre y comienzos de noviembre, porque hacía imposible que la represión diera cuenta de este movimiento con dos, tres, cuatro, cinco golpes certeros, asestados sobre la dirección. Como no había dirección y había miles de focos dispersos a lo largo de todo Chile, miles de cabezas, la represión podía aplacar, encarcelar, destruir unas cuántas de estas cabezas, unos cuántos de estos focos, pero subsistían muchos otros.
Pero esto que fue una fortaleza del movimiento en un primer momento, cuando la clase dominante y su expresión política la casta parlamentaria y los partidos institucionales reaccionaron astutamente articulando el Acuerdo del 15 de noviembre del 2019 por la Paz Social, hay que poner énfasis en este primer concepto, la Paz Social y la Nueva Constitución, este movimiento, esta montonera popular, no estuvo en condiciones de dar una respuesta acertada y lo único que logró, o que logramos, fue seguir manifestando en las calles, seguir con nuestros cabildos, nuestras asambleas territoriales, pero eso no constituía una respuesta a la altura de la gran habilidad que demostró el bando contrario.
A mi juicio, lo pensé en ese momento y lo sigo pensando, la púnica respuesta posible, eficiente, que hubiese causado el efecto que deseábamos en ese momento, hubiese sido una huelga general indefinida. No había otra alternativa, pero como no había ni organización, ni estado mayor que la convocara, ni tampoco decisión política por parte de muchos de los componentes de esta gran protesta social, tuvimos el resultado que ya conocimos. La rebelión popular se fue extinguiendo poco a poco. A partir del 15 de noviembre en Plaza Dignidad y en otros espacios, un cálculo a ojo, es que la mitad, más o menos, de la gente volvió a sus casas y hubo esperanzas en lo que se les estaba ofreciendo, que era una vía inocua, para los intereses sistémicos, una apariencia de proceso constituyente democrático, pero absolutamente controlado por los poderes fácticos, en particular por el poder fáctico del Congreso Nacional.
Como sabemos, la pandemia, o las medidas adoptadas so pretexto de la pandemia por el gobierno de Piñera, terminaron por dar cuenta de este movimiento.
Esto no era evidente en un primer momento, no era muy notorio, porque muchas personas, incluso desde los sectores más radicales, creyeron que se podía forzar la mano del diseño institucional hacia una solución más radical y, por lo tanto, pusieron esperanzas en el proceso político que se abrió a través del acuerdo del 15 de noviembre y la consiguiente reforma constitucional de diciembre del mismo año, apostaron a ello y todos, en alguna medida, dijimos sí, habría que ver una posibilidad, pero esa posibilidad se esfumó rápidamente, puesto que la Convención Constitucional, que fue el organismo que resultó de este diseño y de este híbrido, porque la historia siempre ha resultado de fuerzas contradictorias, ninguna logra rara vez imponer, plenamente todos sus proyectos, sus planes, sus designios, este híbrido que resultó de la presión social por abajo, el desafío del octubrismo, y la respuesta del noviembrismo. Eso fue el proceso constituyente.
El octubrismo tuvo alguna representación en el proceso constitucional, eso no hay que negarlo, en la Convención Constitucional, no voy a mencionar ninguna lista en particular y todos tenemos una muy presente, pero no era una, eran varias, a lo menos dos las más importantes, que tuvieron cierta representación en ese momento, pero no tuvieron ni la claridad política, ni la habilidad política y, en algunos casos, ni siquiera la decisión política, de romper con la camisa de fuerza que les había impuesto el acuerdo del 15 de noviembre y revelarse diciendo nosotros somos el poder constituyente originario, por lo tanto pasamos a llevar las normas que se nos impusieron, en particular la de los 2/3 para aprobar cualquier propuesta constitucional. La Convención Constitucional hegemonizada por la centroizquierda, principalmente Partido Socialista y Frente Amplio, en septiembre de 2021, esto se puede datar con precisión, capituló, puesto que reafirmó el quórum de los 2/3, sin plebiscito intermedio que la había sido impuesto a fines del 2019.
Todos hoy día estamos de acuerdo en que vivimos un clima de reacción política, pero esta reacción política comenzó el 15 de noviembre del 2019, no comenzó el 4 de septiembre del 2022 con el amplio triunfo del rechazo, eso no fue sí no una consecuencia, no inevitable, pero consecuencia, al fin y al cabo, de todo el proceso anterior.
Entonces, cuáles son las tareas, luego de esta brevísima e incompleta caracterización.
Necesitamos tener un movimiento popular articulado, con niveles ojalá más que mínimos de coordinación entre sus distintos segmentos, necesitamos construir un movimiento de movimientos, algo de lo que trató de hacer, pero no pudo, no supo, o no quiso hacer, Unidad Social, antes del así llamado estallido del 18 de octubre del 2019. Ustedes recordarán que ese referente venía existiendo desde el invierno de 2019, si mal no recuerdo, o desde el otoño. Una articulación o coordinación de movimientos sociales y de organizaciones socio políticas no cooptadas por el sistema institucional, que sea capaz de dar conducción, que sea capaz de armonizar distintos programas, de distintos movimientos sociales, porque no es evidente, aunque ellos tengan un común denominador, que podría ser su oposición al modelo neoliberal y también a la democracia restringida, tutelada y de baja intensidad que tenemos desde 1990, digo, no es evidente que los programas de todas las organizaciones y movimientos sociales sean plenamente compatibles entre sí. Por ejemplo, la aspiración de los movimientos medio ambientales o ecologistas, de tipo conservacionista de la naturaleza, no está claro que pueda ser aceptada por todos los segmentos de la clase obrera, por los trabajadores forestales, por ejemplo; las aspiraciones en un mismo sentido de los pueblos originarios, en particular las del pueblo mapuche, pueden chocar, y de hecho chocan, con la necesidad o la reivindicación del trabajo asalariado a toda costa que plantean algunos sectores populares. Y este ejemplo se puede extender a muchos otros en distintos puntos de nuestra geografía.
Por lo tanto, es necesario un programa común que sea la síntesis de los programas de distintos movimientos sociales, una síntesis que no puede hacerse sí no mediante los instrumentos de la política, del debate democrático, del acuerdo, de las concesiones mutuas, para que, cuando llegue el momento, ninguno de estos movimientos pueda ser cooptado o apartado del movimiento general, mediante una astuta maniobra del enemigo de clases que haga algunas concesiones con tal de desarticular o debilitar este movimiento de todos los sectores. Por lo tanto, hay que realizar un esfuerzo de coordinación para armonizar reivindicaciones y perspectivas. Necesitamos tener un programa común.
Eso es lo mínimo en el plano de los movimientos y organizaciones sociales, pero la pregunta es por las izquierdas, qué tienen qué hacer, qué deberían hacer las izquierdas, en este complejo escenario.
En primer lugar, hay que insistir en el concepto de la pluralidad, las izquierdas y no la izquierda. Entre otras razones porque si hablamos de izquierda política, yo preguntaría ¿hay una izquierda política hoy en Chile?, yo creo que no, lo vengo sosteniendo desde hace años. Para mí no son ni pueden ser partidos de izquierda los que gestionan, administran el modelo neoliberal, por lo tanto, excluyo a todos, y, subrayo todos, los partidos políticos que hoy día son gobierno, no son partidos de izquierda, fueron y muy gloriosos algunos en el pasado, pero ya no lo son. Son de centro izquierda, ahí podríamos conceder el concepto, que aún, incluso podría ser parte de discusión porque para mí, para ser de izquierda, como mínimo, se pueden agregar otros conceptos, hay que ser anticapitalista y resulta que estos no solo no son anticapitalistas, sino que ni siquiera llegan a ser consecuentemente anti neoliberales, que es la modalidad específica que asume el capitalismo hoy día en gran parte del planeta.
No hay izquierda política, solo tenemos izquierda social, pero una izquierda social fragmentada, dividida, desconcertada, sin programa común, pero que, con todo, mantiene la llama y la única posibilidad para la construcción de una izquierda política es, a mi entender, es el fortalecimiento de esa izquierda social. Solo en el movimiento social se podrá construir una verdadera izquierda
política, verdaderas izquierdas políticas. No tenemos que apuntar a la unificación de toda la izquierda política en un solo partido, esa es una tarea irrealizable, pero no solamente irrealizable, no es conveniente. No tenemos que apuntar a la unidad ideológica de las izquierdas. Si hay grupos que tienen muchos puntos en común entre sí y se quieren unificar, bienvenida sea la unificación, la fusión, pero no mediante la absorción de unos por otros, mediante los instrumentos de la política, el dialogo democrático, los acuerdos. Pero eso que es posible a nivel de ciertos grupos, no es posible a nivel de toda la izquierda, por lo tanto, tenemos que apuntar no a la unificación ideológica ni orgánica de las izquierdas, sino a su articulación en forma de redes de colaboración.
Que haya muchas izquierdas, que haya varios o numerosos partidos o colectivos de izquierda, colectivos políticos o colectivos sociales, lo importante es la unidad programática, un programa, un programa anti neoliberal, un programa para construir una sociedad efectivamente democrática. Con eso tenemos tarea para mucho tiempo. Alguien dirá, si compañero, pero la perspectiva debe ser el socialismo, yo le digo sí de acuerdo, más aún le digo, la perspectiva estratégica debe ser el comunismo, la sociedad sin clases, sin Estado, sin trabajo asalariado, sin mayor diferencia entre la ciudad y el campo y en la cual el principio del reparto económico sea a cada cual según sus necesidades. En ese sentido me sigo reivindicando en él comunismo, me sigo sintiendo comunista. Pero yo no puedo ni debo pretender imponerle ese programa a todo el movimiento social o a todas las izquierdas, basta que nos pongamos de acuerdo en las tareas principales para la actual fase histórica, y las tareas de la actual fase histórica tienen que ver con la superación del neoliberalismo, tiene que ver con la construcción de una sociedad política y un Estado efectivamente democrático, donde la soberanía popular sea efectiva. Con eso tenemos tarea para rato. En lo que me queda de vida me voy a quedar corto en esa tarea, los más jóvenes, tal vez, se plantearan tareas mucho mayores.
Esto no es capitular, esto no es bajar las banderas estratégicas, es tratar de articularlas armoniosamente con las necesidades actuales, con las posibilidades actuales. No existe una muralla china, un muro infranqueable entre las tareas democráticas, económicas, sociales, políticas, culturales, de todo tipo, y las tareas estratégicas revolucionarias de largo alcance. Una permite el paso a la otra. Si no estamos a la altura de las pequeñas tareas, cómo pretendemos estar a la altura de las grandes tareas. De esto se desprenden muchas cosas de tipo práctico, estoy enunciando grandes principios y entre esos grandes principios tenemos que levantar, deducidos de ellos, la tarea inmediata, urgente, de reconstruir el movimiento popular, de reconstruirlo con crecientes grados de autonomía, autonomía respecto de todos los poderes que son el obstáculo para la concreción de nuestros proyectos, nuestros anhelos, nuestros sueños. Autonomía respecto del empresariado, del Estado, de los partidos políticos institucionales, de las iglesias, de las ONG, de las fundaciones, de poderes transnacionales y una gran cantidad de entidades que, en algún momento pueden aparecer incluso como, aparecer, subrayo, como aliadas, como neutrales, pero cuyas agendas no son las del movimiento popular.
Solo realizando esa tarea, que, en lo inmediato, en el plano político, pasa por la derrota del proceso constituyente anti democrático que estamos viviendo, con un triunfo ojalá masivo del voto en contra, porque tenemos que impedir que cierren por arriba, y, eso es lo que quiere toda la casta política y la clase dominante, o casi toda la casta política, del desafío que lanzamos el 18 de octubre. Esas son, a mi juicio, las tareas más urgentes.
JUAN CARLOS GÓMEZ LEYTON:
De lo que ha dicho Sergio me ahorra varias cosas, entre esas de poder meterme dentro de la que es la descripción o caracterización misma de lo fue llamado estallido social, o como algunos la hemos llamado revuelta o rebelión, o pre revolución, etcétera. Tiene distintos nombres ese acontecimiento que se produjo entre el 14 y el 25 de octubre del 2019, cuyo impulso mayor fue el día 12 y 13 de noviembre, cuando se realiza esa huelga general, que no alcanzó a ser un paro general, pero fue una movilización de trabajadores y trabajadoras muy interesante, hasta marzo 2020 cuando se produce el encierro. El encierro es cuando el gobierno de Piñera, a través de una política contrainsurgente decide encerrarnos a todos en nuestras casas durante 7 u 8 meses por el tema del Covid 19. Eso fue una política específica para destrabar, contener, frenar, el proceso rebelde que se estaba manifestando en la sociedad chilena a partir de octubre del 2019.
Cuando uno trata de pensar el proceso político que se vio allí, uno tiende, inmediatamente, como a meterse dentro de la revuelta, trata de identificar los actores que estuvieron presentes, uno trata de pensar aquello. Y cuando estábamos pensando el acontecimiento mismo en su propio desarrollo uno se dejaba imbuir por la dinámica propia del proceso, pero ahora, que han transcurrido cuatro años, la distancia que nos ofrece y las consecuencias o lo que ha acontecido con posterioridad a octubre de 2019, nos lleva a tener otro tipo de reflexión.
Mi tipo de reflexión es que yo tengo que ubicar ese acontecimiento, ese proceso, esa rebelión, dentro de la formación social chilena que nos rige y ahí uno comienza ya a ver cosas que son muy distintas de las que se han dicho, de las que se han escrito hasta ahora.
En primer lugar, este es un acontecimiento que se da al interior de una sociedad específica y esa sociedad es la sociedad neoliberal. La sociedad neoliberal, como lo he dicho en diversos lugares, una sociedad neoliberal triunfante. Cuando digo que esta es una sociedad neoliberal triunfante las caras de sorpresa que veo siempre son bastantes, porque indudablemente es como contradictorio decir que es triunfante y al mismo tiempo estar tratando de analizar un levantamiento, una protesta, un descontento, una ira, una rabia, expresada por millones de personas contra, supuestamente, el modelo neoliberal. Entonces, por qué yo digo que esta es una sociedad neoliberal triunfante, fundamentalmente porque, no es que sea triunfante para los sectores populares, no es que sea triunfante para los sectores trabajadores, no lo es para los campesinos, para nadie de los sectores que uno puede identificar como la plebe, sino que es triunfante para el capital.
El capital, durante 45 años, o si ustedes quieren desde el momento mismo que derrocó al gobierno popular en septiembre de 1973, el capital construyó, ideó, planificó, articuló, un sistema que le fuera beneficioso para su propio proceso de acumulación de capital. Y al andar de estos últimos 50 años este proceso ha sido, para ellos, exitoso. Y para una franja, sin duda, de la sociedad, no lo ha sido y, tal vez, esa franja que no ha disfrutado, comillas, de los beneficios de ese crecimiento económico producido por esta acumulación capitalista, mercantil, financiera, extractivista, ha significado una molestia, una rabia y una ira. Pero hay sectores de la sociedad chilena que sí han disfrutado de este beneficio, de este crecimiento, o de los logros del capitalismo neoliberal. Eso tiene que darnos la posibilidad de entender el proceso político que vivimos hoy día.
Por qué, de un levantamiento social como el que se produce en octubre con millones de personas en las calles, se tiene que hoy día, esos mismos millones de personas que estuvieron en contra, siguen en contra, pero hay más millones de personas que están a favor. De qué, del capitalismo neo liberal. Esa es la gran interrogante de este momento. Eso es lo que nos puso el 4 de septiembre del 2022 y el 7 de septiembre de este año, porque 8 millones de personas que votaron en contra de la Constitución Política elaborada por la Convención es el doble, o casi el doble, de los que votaron a favor. Eso es mucha gente, mucha gente. Entonces, la pregunta es por qué. Está bien, manipulación, tergiversación, toda una serie de mecanismos que usó la derecha para poder convencer a la gente que votara en contra. Eso podría haber sido cierto, pero por qué después de un largo tiempo en que se develaron, se dieron a conocer esas cosas, termina ganando igual la derecha con el 62% el 7 de mayo del 2023. Y le da, nada menos, la mayoría, la mayoría de la nueva etapa constitucional a los consejeros del Partido Republicano y a la derecha. Que pasó en el país. ¿El país se volvió loco, la sociedad se volvió loca, la gente entró en qué situación para producirse aquello? Las preguntas que debemos hacernos tienen que tratar de ir a encontrar esas respuestas, ir a describir la sociedad en qué vivimos, ir a entender al sujeto social que se ha constituido en la sociedad neoliberal. Cómo piensa, cómo actúa, cómo se comporta electoralmente.
El problema sustantivo que pienso que ha existido es que nosotros, la gente que muchas veces está en esta área del pensamiento de izquierda, solamente observa y mira, con detalle, con cierta preocupación, con cierto conjunto analítico, lo que es del sector que nos responde, o que tiene una sintonía con lo que nosotros decimos; o lo que nosotros decimos tiene sintonía con lo que ellos también piensan. Entonces, claro, uno se va formando una idea de lo que ahí está haciendo es lo que representa a toda la sociedad. Y me da la impresión que el asunto no es así y que parece ser que hay que estudiar también a otros, y otros sectores que existen en la sociedad, para poder entender por qué se comportan de esa forma.
Tengo la impresión que el pensamiento crítico que se ha construido en la sociedad chilena en los últimos tiempos, no conoce a la sociedad chilena y no conoce a los sujetos que componen y constituyen esa sociedad. Y eso lleva a lo siguiente, a que si yo no la conozco y no sé qué piensa, no tengo tampoco como construir una propuesta para ellos. Cómo les voy a hablar a las personas que no sé quiénes son. Cómo construyo, lo que Sergio dice, el programa, para quién, claro la respuesta será para los trabajadores, pero cómo son los trabajadores, cómo piensan los trabajadores. Claro, porque decir trabajadores, discúlpenme, es decir mucho y decir nada a la vez. Pero, cómo caracterizo a los trabajadores de hoy, ese es mi punto. Cómo caracterizo a las capas medias, cómo caracterizo a los sectores populares. Con decir sectores populares, nuevamente es lo mismo que decir trabajadores, quiénes son los sectores trabajadores, quiénes son los sectores populares.
Entonces, en ese sentido, tengo la impresión que la revuelta, que yo digo revuelta porque hubo un revoltijo de hartas cosas, todos revueltos en el mismo proceso, jóvenes menores de 18 años, los secundarios, con jóvenes universitarios, con trabajadores, con plebe, con gente, mujeres, pobladores, todos mezclados, pero no todos juntos. Era cuestión de ir a hacer observación participante a la Plaza Dignidad para observar cómo era una situación diversa, era un carnaval. Alguien por ahí dijo un carnaval, claro, era un carnaval, todos contentos y todos haciendo lo que ellos pensaban, en grupos, colectivos individuales, existe el individualismo colectivo, en una sociedad profundamente individual como la sociedad neoliberal. Entonces, en ese sentido es claro y es evidente que la revuelta fue la expresión de una sociedad neoliberal. Eso es lo que fue. Con reclamos, con enojos, con iras, con molestias, pero, curiosamente, un dato, todos se planteaban en contra de algo, pero nadie quería cambiar ese algo. Todos se enojaban con el mercado, pero no estaban contra el mercado. Por qué, porque hoy día se ha constituido en la sociedad un tipo de sujeto conservador, un nuevo tipo de sujeto conservador, que quiere cambios, pero mínimos, dentro del capitalismo, para que el capitalismo funcione mejor, no para cambiar el capitalismo.
Entonces, si uno va y les dice queremos hacer la revolución anticapitalista y queremos cambiar todo, la reacción fue la que ya conocemos.
Por eso también sostengo que la revuelta fue, como bien ha dicho Sergio también, espontánea, y fue sin que necesariamente necesitara una izquierda para ser revuelta.
Es raro que uno piense ahora que la revuelta tiene que otorgarle tareas a la izquierda. La izquierda en este país no existe desde cuándo, desde 1990, desde esa fecha no existe izquierda política, existe la izquierda que yo denomino izquierda neoliberal, que se puede asemejar a lo que Sergio dice que es la centro izquierda, pero la izquierda neoliberal es la que se pone a la izquierda de la derecha neoliberal, nada más, pero la izquierda en Chile todavía no se recupera, no se recompone, no se articula de dos derrotas, de la derrota del 73 y la derrota del 88, porque en el 88 cuando triunfa el NO, el 5 de octubre, triunfa una salida institucional, política institucional, que reconoce la existencia de la Constitución Política de1980 y reconoce la institucionalización de la democracia protegida. Porque aquí en Chile no hubo transición, hubo institucionalización del mismo régimen político creado, ideado, por el autoritarismo. Por lo tanto, se crea una izquierda institucional, neoliberal, que administra el sistema.
Pero fuera de esto se constituye otra, una izquierda social, una izquierda política fragmentada, una izquierda diversa, numerosas formaciones que van desde los grupos anarquistas, hasta los ex guerrilleros de todo tipo, de todo tipo y que todos están organizados y todos se practican fuera del sistema, a los márgenes de la institucionalidad, y que son esos grupos que desde un primer momento estuvieron presentes en la revuelta. La primera caracterización que yo hago de la revuelta en una universidad, es que esa revuelta está hecha por aquellos ciudadanos que yo denomino sub políticos. Los ciudadanos sub políticos son aquellos que realizan una política fuera del sistema político institucionalizado. Pero curiosamente, y aquí hay una cosa de evolución interna, los sectores que hacen la revuelta, que son los sub políticos, cuando se institucionaliza el tema en el cambio de la Constitución, se vuelven electores, ingresan al sistema político.
Esto es muy fuerte, porque el grupo de los sub políticos, que son gran parte los que conforman la primera línea, los que están en distintas organizaciones, en la Plaza Dignidad y en otras plazas públicas desde Arica a Punta Arenas, ingresan todos, masivamente, al sistema político, porque creen y están convencidos de que el cambio constitucional va a traer la modificación de las cosas. Aquí hay una constitucionalización del conflicto político.
Nosotros tempranamente, digo nosotros con Rafael Agacino, Igor Goicovic y yo, también el compañero Camiroaga, hicimos un libro que se llama “Qué pasó con la Revuelta”, y nosotros lo publicamos en el año 2021, en ese momento nosotros dijimos que la revuelta estaba derrotada, porque institucionalizar la revuelta significó ingresar a un encierro electoral en el que hasta el día de hoy estamos inmersos. Por eso, hoy día lo que se proyecta, es que puede ser que el 17 de diciembre, hoy día vayamos a votar En Contra. Lo curioso es que si votamos en contra terminamos apoyando la Constitución Pinochet-Lagos.
Fíjense, y esto como anécdota, que yo he votado tres veces en mi vida, voté el 78 para la Consulta Nacional, voté para el 80, en contra de la Constitución del 80, y voté ahora el 2022, el 4 de septiembre del 22, a favor de la Constitución de los convencionalistas, y las tres veces perdí.
Fíjense ahora que puedo ganar, puedo ganar si voto el 17 de diciembre En Contra y voy a ser feliz porque le dije que no a la Constitución de los republicanos, pero voy a quedarme con la Constitución de Pinochet-Lagos. Esa ha sido la trampa institucional a la cual se ingresó a partir del 15 de noviembre de 2019.
Por qué, porque hay una cosa bien clara, la revuelta, no solamente careció de dirección, etcétera, etcétera, todo lo que ya se ha dicho, sino que no tuvo la capacidad de botar al gobierno, de destituir al gobierno y al poder político constituido. En las únicas acciones y los únicos países latinoamericanos donde se ha podido establecer una Asamblea Constituyente libre, soberana, popular, revolucionaria y democrática, ha sido donde se ha derrotado al poder constituido. Bolivia, en Bolivia botaron dos presidentes hasta llegar a la Asamblea Constituyente; Ecuador y, la más significativa fue la primera, que fue en Venezuela, donde se constituyó un movimiento que tenía claridad de que se elegía a Chávez para llamar a una Asamblea Constituyente. Ahí no estaba la discusión o no, si somos revolucionarios no tenemos que ir a votar.
Entonces, estamos metidos en un eterno presente que no hemos sabido resolver, porque en Chile no hay un movimiento de izquierda, no hay izquierdas y, sobre todo, el movimiento popular que imaginamos, es un movimiento popular que no existe.
SERGIO GREZ TOSO:
Siempre hay temas que pueden precisarse, entrar en cuestiones de detalle, analizar el asunto desde otra arista. Estoy de acuerdo en lo fundamental con lo que plantea Juan Carlos, en el sentido que vivimos en una sociedad neoliberal victoriosa, victoriosa desde el punto de vista de los intereses de la clase dominante y de quienes la idearon, es plenamente victoriosa. Estoy de acuerdo también, y este es un punto importante, que la rebelión popular, la revuelta, como quiera llamársele, de 2019 y 2020, se hizo bajo los parámetros y moldes culturales del neoliberalismo, en lo fundamental funcionó así.
Cada sector, cada movimiento social, cada orgánica, grande, pequeña o diminuta, estaba interesada por su reivindicación particular y muy pocas veces, salvo excepciones, por el conjunto de las reivindicaciones, proyectos y demandas de todos los movimientos que participaban. Y en esto reside precisamente una de las causas de la derrota. Si no hubo dirección unificada era porque existía esta fragmentación que impide la unificación y que hace que cualquier sector que vea satisfecho, así sea en mínima parte o que parezca que más adelante le van a satisfacer su demanda, se baje del movimiento o reduzca la intensidad de su participación o la radicalidad de sus planteamientos.
Esto generó ilusiones que no correspondían a la realidad. Por ejemplo, el 78% de aprobación en el Plebiscito de Entrada fue absolutamente ilusorio. En primer lugar, porque entre esos votos se contaban los de connotados personajes de la derecha más clásica. No hablo de la neo derecha, la Concertación, había personajes como Joaquín Lavín, Mario Desbordes, el senador Ossandón, entre otros, entre muchos otros y también había una buena parte de ciudadanos y ciudadanas de a pie que a lo que aspiraban no era a cambiar el modelo, a sustituirlo por otro, sino simplemente a que el sistema funcionara bien, que el sistema neoliberal funcionara sin tanto abuso, sin tantos “excesos”, no entendiendo que el neoliberalismo no puede funcionar mucho mejor que lo que ha funcionado hasta ahora, desde el punto de vista de los intereses de las grandes mayorías.
Aquí hay un punto, tal vez, de diferencia con Juan Carlos y es que aun cuando los movimientos populares estén imbuidos de esta cultura y de esta ideología, objetivamente, más allá de lo que sientan, perciban y sean capaces de comprender hasta ahora, objetivamente sus intereses están en contradicción con los del neoliberalismo, sí no con los del propio capitalismo, lo que permite un margen de acción y una esperanza para quienes se plantean la necesidad de construir o reconstruir un movimiento popular sobre nuevas bases, entre otras, una perspectiva decididamente anti neoliberal que abra las posibilidades para una lucha anticapitalista global. En ese resquicio está nuestra posibilidad. En esta fisura objetiva o en esa contradicción objetiva entre la conciencia, que es el factor subjetivo, y la realidad material, que es el factor objetivo, porque si no existiera esa posibilidad, no existe posibilidad alguna de la construcción de una izquierda alternativa, una izquierda revolucionaria, un movimiento social con posibilidades de un cambio real. Me parece que ahí es donde hay que apuntar y perseverar.
JUAN CARLOS GÓMEZ LEYTON:
Con Sergio tenemos muchos más acuerdos que desacuerdos. Tengo la impresión que tenemos una mirada frente a la problemática muy similar. Las cosas son de detalles, pero esos detalles no implican que puedan disgregar una unidad necesaria para enfocar un tema.
Lo que quisiera comentar en este momento es lo siguiente, compañeros y compañeras, la sociedad chilena cambió radicalmente.
Hay una transformación estructural muy fuerte desde la base material de la sociedad hasta los elementos culturales y, sobre todo, los elementos sociales; también cambiaron los sujetos, los sujetos cambiaron. Entonces, cuando uno hace el análisis, por ejemplo, cuando hago el análisis de la revuelta, trato de distinguir quienes eran los sujetos que estaban allí y por eso hablaba que los primeros sujetos que pude identificar claramente eran los sub políticos. Seguramente muchos de ustedes quedaron con la duda de qué era eso de lo sub político. Para poder entender aquello parto de lo siguiente, el sistema político que se desarrolló entre 1990 hasta el día de hoy, es el mismo sistema político que Jaime Guzmán y los suyos idearon, con algunas transformaciones, cambios que se han realizado en los últimos años producto de los numerosos cambios que se le hicieron a la Constitución de 1980, pero, sin embargo, la institucionalidad política se mantuvo durante mucho tiempo intacta con respecto a lo que había dejado la dictadura. Se constituyeron allí, por lo menos, tres tipos de ciudadanos, el ciudadano político, que es un ciudadano que denomino ciudadano político tradicional que es un sujeto que todavía sigue pensando que los partidos políticos son importantes y que votar para ellos también es un acto significativo y participan activamente de los procesos electorales, ya sean de la derecha o de la centro izquierda, o de la izquierda neo liberal, o de la extrema derecha, pero votan; hay un grupo de ciudadanos que digo que son como ciudadanos flexibles, que entran y salen del sistema político y del sistema electoral, que a veces votan y a veces no votan; y hay este grupo de ciudadanos sub políticos que tienen una posición anti sistema total y completa y muchos de ellos son abstencionistas.
Durante mucho tiempo la sociedad chilena contuvo un gran bolsón de abstencionistas que se comenzaron a conformar, no solo en el año 97 cuando se produce la primera emergencia de los no electores, sino que, desde el mismo momento del 88, en el 88 ya se conformaron grupos de no electores, que no votaron en el Plebiscito del 88, que no votaron el 89, que no votaron en las elecciones presidenciales del 89 y no votaron hasta muy avanzado este período de la democracia protegida. Esos son los sub políticos, que hacen otra política, que yo lo digo siempre que están en los márgenes y esos fueron los que se levantaron en octubre del 2019 y fueron actores protagónicos fundamentales.
Pero hay otro grupo y ese es el grupo que nunca le metimos el diente, para conocerlo, para estudiarlo, para analizarlo, que es el que denomino los ciudadanos no políticos, que fueron todos aquellos que se ampararon en la legislación existente para no inscribirse en los registros electorales y no votar, y, cuando se levantó esa situación, se salieron masivamente y no fueron a votar nunca más. Piensen ustedes, estimadas y estimados, que en un momento determinado llegó a haber un bolsón de 9 millones de personas que no votaban y, saben cuál fue la reflexión que se hizo desde la izquierda, que ese era el activo democrático, que esos eran los sectores que estaban en contra del sistema. Craso error, craso error, los no políticos, que conformaron para el 2022 cerca de 5 millones de personas, que ingresaron porque se estableció el voto obligatorio en esa oportunidad, fueron y votaron en contra y no porque los habían obligado a ir a votar, sino que, algunas investigaciones dicen, por qué nosotros vamos a votar en contra de un conjunto de instituciones si a nosotros nos ha ido bien durante estos últimos 30 años. Captan. Porque no eran no políticos en el sentido de que rechazaban a la política, sino que rechazaban aquello que no conocían y por eso tengo la impresión y lo tiro así, como para empezar la discusión, que creo que, a pesar de que estemos En Contra, van a aprobar la Constitución el 17 de diciembre.
TRANSCRIPCIÓN REALIZADA POR GUILLERMO CORREA CAMIROAGA
Fuente https://elporteno.cl/a-cuatro-anos-de-la-revuelta-balance-y-perspectivas-para-las-izquierdas/